27 julio 2006

Surco Estéril (Segunda entrega de esta novela)

¿Cambio de época o época de cambios?

Finalmente, tal como había anticipado Sergio, al gobierno no le quedó otra salida que firmar, en septiembre de 1997, el vinculante documento de adhesión del país al Convenio de Marrakesh, que dio origen a la Organización Mundial del Comercio (OMC). Y los cambios, por presiones tanto internas como externas, no se hicieron esperar…

La primera acción obligada del gobierno fue, en efecto, el desmantelamiento progresivo del sistema arancelario que, por años, había protegido celosamente la producción nacional. Los países ricos impusieron su ley y, en flagrante y abierto desacato de la normativa de la OMC mantuvieron los megasubsidios a su producción, que representaban la más grande injusticia y distorsión en el escenario del comercio internacional.

Por un lado, los gobiernos no supieron guiar a los productores agropecuarios hacia la verdadera y permanente transformación y modernización de sus sistemas productivos. A lo interno, fue demasiado lento en introducir los cambios y adecuaciones que se imponían en sus servicios de apoyo al comercio de los alimentos, en la adecuación de sus infraestructuras y en la implementación de programas de fomento y apoyo a la transformación agropecuaria hacia cultivos y rubros con mayor potencial de competitividad.

Por otro lado, muchos pequeños y medianos agricultores continuaron ignorando las nuevas reglas del comercio internacional, como queriendo tapar el sol con las manos, sin organizarse en cooperativas o asociaciones de producción, con mayores posibilidades de adaptarse a los cambios del entorno para poder competir. Insistieron en sembrar los mismos cultivos tradicionales, con los cuales ya no podían ser competitivos en el nuevo orden mundial de las economías abiertas, utilizando tecnologías y sistemas de producción insostenibles, por lo anticuados y poco amigables a los agroecosistemas.

- ¿No se los había dicho? Ya el gobierno de turno firmó. Estamos dentro de la OMC. Tenemos que organizarnos e informarnos adecuadamente para implementar los cambios que se requerirán en nuestros sistemas de producción, si es que queremos mantenernos en el mercado. Tenemos que aprovechar las leyes e incentivos que el gobierno ha prometido para prepararnos bien para la dura competencia que se avecina. Dijo Sergio con mucha visión.

- Ojala que cumplan. Siempre prometen muchas cosas para tranquilizarnos y son pocas las que cumplen. Lo único que les interesa de nosotros a los partidos políticos es el voto, cada cinco años. Aseguró Eugenio con una expresión de desilusión en el rostro.

- Esperemos que el gobierno prepare un buen equipo de negociadores para negociar bien el asunto de los techos arancelarios por rubro, como le llaman. La desventaja es que estamos entre los últimos en ingresar a la famosa OMC y ahora nos toca negociar con base en lo que han logrado otros países que se nos adelantaron en el proceso. Manifestó Juan con incredulidad.

- Para qué lamentarse ya. Cuando debimos no lo hicimos y ya es pan comido. Ahora tenemos que ver como nos organizamos y salimos adelante. Espero que el gobierno tome en cuenta a los sectores productivos cuando empiece las negociaciones porque ellos sabrán mucho de leyes, de economía y otras cosas pero de agricultura nada o muy poco. Para que la negociación se encamine bien, o sea, para que podamos sacar el máximo beneficio posible, como país, tienen que tomarnos en cuenta. Señaló Eugenio con escepticismo.

- Yo, por lo pronto, trataré de formar una cooperativa de producción. Espero contar con mis colegas y amigos del sector avícola. Tendremos que aportar algunos recursos monetarios, como capital semilla, para iniciar operaciones y, también, hablar con los del INACOOP para que nos ayuden y capaciten en la filosofía y los procedimientos del cooperativismo. Así seremos sujetos a préstamos mayores para invertir en nuestro proceso de adaptación a los nuevos tiempos. Aconsejó Sergio.

- Y, ¿qué es eso del INACOOP? ¿Con qué se come eso? Dijo Juan.

- Es el Instituto Nacional de Cooperativismo. Con el primer préstamo tendremos que contratar los servicios de algún asesor en producción y comercialización de aves y huevos. Es obvio que necesitaremos ayuda. Requeriremos de un experto que nos ayude a actualizar nuestros sistemas de producción, nos enseñe su funcionamiento, nos acompañe durante nuestros primeros pininos, para asegurar el éxito, y nos enseñe a diseñar y establecer las mejores estrategias comerciales. Amplió Sergio.

- ¿De cuánto sería el aporte para el capital semilla? Estaría dispuesto a dejar la lechería por los pollos pero dependerá de cuanto me cueste la reconversión y de cuánto sea este monto. Indicó Eugenio.

- Yo también. Presiento que esta va a ser una época de muchos y grandes cambios…Dijo Juan.

- Esto dependerá de cuántos colegas agricultores logre interesar en esta iniciativa que tiene una relación directa con nuestra sobrevivencia misma como productores. Mientras más se afilien, más bajo será el aporte para el capital semilla. Es cierto, Juan, lo que viene, además de un cambio de época, es una época de grandes cambios que habrá que enfrentar con inteligencia y buenas estrategias para salir adelante juntos. Concluyó Sergio.

24 julio 2006

Consolidación de la Nación Panameña y de la Panameñidad

Aunque la nación panameña existe como tal desde antes de la llegada de los españoles al istmo, fue su “descubrimiento” (dependiendo del lado del que sea analizado) y conquista que la hizo trascender al resto del mundo conocido. Antes de la llegada de los europeos, el istmo poseía todas las características de una nación: su pequeño y angosto territorio estaba relativamente aislado del resto de los territorios continentales (quizás por haber sido el último eslabón de tierra firme en emerger del fondo del océano) y era cohabitado por un puñado de etnias que tenían muy poco en común entre si (racial y culturalmente) o con aquellas que habitaban los vecinos territorios hacia el norte o el sur del continente. Los indígenas del istmo no guardaban relación -genética, social o cultural- con los de los actuales Canadá o Estados Unidos. Tampoco estaban relacionados o emparentados con los Aztecas ni sus antecesores o con los Mayas de la actual Centroamérica. Mucho menos, con las etnias de los territorios de América del Sur, de las que los separaba una infranqueable barrera selvática natural. Es posible que haya habido comunicaciones y hasta pequeñas migraciones ocasionales entre las etnias de la América Indígena pero, al no existir el caballo en este continente, la capacidad de desplazarse grandes distancias era mínima pues los “amerindios” tampoco dominaban el mar. Tal vez fueron los mismos españoles quienes, por mar, transportaron indígenas del istmo hacia el sur (durante la conquista del Imperio Inca, planeada en Panamá) y viceversa (al transportar indígenas hacia España para mostrarlos a los reyes como novedosa curiosidad del, para ellos, “Nuevo Mundo”).

Desde la conquista y colonización de la Panamá Indígena, pasando por la génesis y desarrollo de la Panamá Mestiza que emergió vigorosa de ese primigenio y fecundo amalgamamiento de razas y culturas (aborígenes sometidos, europeos conquistadores y negros africanos esclavizados), continuando con la posterior y gloriosa independencia de España y la casi inmediata y sumisa unión a la Gran Colombia (siguiendo los sueños del Libertador Bolívar), llegando a la controvertida separación del coloso del sur después de más de ochenta años de indigno vasallaje, hasta los casi cien años de semi coloniaje y mestizaje propiciados por los Estados Unidos de América (entre los mestizos locales, estadounidenses, asiáticos y gentes traídas de todos los confines del mundo para trabajar en la construcción del Canal Interoceánico), la forja de la nación panameña y de la panameñidad (aunque esta palabra no aparece en el diccionario de la Real Academia Española, en el presente artículo se acuña como perteneciente o relativo a lo panameño) ha estado sujeta, por algo más de cuatrocientos cincuenta años, a influencias raciales y socioculturales prolongadas, variadas y -en no pocas ocasiones- contrastantes, que la han ido moldeando, fraguando y templando -a fuego muy lento- de manera tan traumática como dolorosa.

En síntesis, el istmo estuvo bajo dominación española poco más tres siglos, seguidamente bajo la bota militar de la Gran Colombia durante más de tres cuartos de siglo y luego, por casi un siglo, hasta años muy recientes, fue una especie de semicolonia estadounidense. Los habitantes del istmo, sometidos a tan largos períodos de dominación o coloniaje, a tanta inmigración y mezcla genética y a la interacción de tan diversas culturas, jamás tuvieron la oportunidad de consolidar una identidad propia, ni un sentido de unidad, de pertenencia, después de la llegada de los españoles. Con las etnias indígenas diezmadas y en franca minoría, la población istmeña predominante en el transcurso de los primeros siglos de formación de la actual nación panameña y la panameñidad era, sobre todo, un gran crisol de razas carente de todas las características básicas que identifican una nación: cultura, historia, tradiciones e intereses comunes. Era muy difícil integrar una población con estos rasgos y, mucho más aún, lograr que tuviera un espíritu de unión. También se debe recordar que los istmeños nunca tuvieron autoridad o jurisdicción total sobre sus territorios, desde los tiempos de la colonización española, hasta años muy recientes.

Quizás por estas razones, en la psiquis del panameño de los tiempos actuales, subsisten rezagos de los largos períodos de dependencia a que estuvo sometida constantemente la población. El panameño promedio espera que alguien tome las iniciativas y le indique la pauta a seguir (aunque la conoce o la puede deducir perfectamente) y actúa de manera reactiva (a la defensiva o al contragolpe) a pesar de que es un ser increíblemente talentoso, habilidoso, versátil y muy inteligente, por toda esa rica herencia genética de la que es recipiente. Esto no debe confundirse jamás con incapacidad, incompetencia o falta de liderazgo. Es una actitud negativa muy arraigada que debe ser corregida por medio de una campaña bien estructurada, organizada y liderada por el Estado. Por ejemplo, se sabe, desde hace mucho tiempo, que el mercado de consumo local es muy pequeño y que para dinamizar, sostener y desarrollar el Sector Agropecuario Nacional hay que apostar a las exportaciones, desarrollar la infraestructura necesaria, establecer o perfeccionar los debidos procedimientos fito y zoosanitarios (áreas o sitios libres de ciertas plagas, áreas de baja prevalencia, etc., etc.), reglamentar y adecuar las normas, implementar medidas de trazabilidad, rastreabilidad e inocuidad y realizar la prospección e investigación de mercados, entre otros temas. Sin embargo, no hay consenso ni compromiso entre los actores (gobierno, productores, importadores de alimentos, distribuidores), no se toma la iniciativa en firme y el sector productivo nacional está en una terrible encrucijada existencial. Tendrá que venir un gurú de las exportaciones (de Costa Rica, Colombia, Chile, Estados Unidos o Europa) a indicar lo que hay que hacer (que ya se sabe) y a tomar las decisiones por los panameños, para que se inicien los cambios necesarios. Otro ejemplo se observa en el transporte público: desde hace años los ciudadanos han tenido que soportar estoicamente el pésimo sistema existente y ya la red vial de la ciudad de Panamá colapsó debido a que, con todo y los altos costos del petróleo, son cada vez más y más los ciudadanos que prefieren adquirir un vehículo que someterse al peligro y la tortura diaria de los “Diablos Rojos”. En estos momentos ya hay empresas colombianas invirtiendo en este sector y pronto desplazarán a los transportistas nacionales, ofreciendo un servicio mucho mejor y a precios accesibles. La pregunta sería: las autoridades y los transportistas nacionales, ¿dónde están? Un último ejemplo lo constituye el problema de los medicamentos. Tras que las farmacias de Caja del Seguro Social nunca están bien abastecidas, el costo de los medicamentos en las farmacias privadas es prohibitivo y uno de los más altos o el más alto en Latinoamérica, al extremo que los pobres en Panamá no pueden adquirirlos para proteger o cuidar su salud. ¿Habrá una conexión entre estas dos situaciones? ¿Cómo es posible que las autoridades nacionales en la materia aún no hayan asumido de manera muy activa y enérgica su rol más importante de proteger la salud de todos los panameños, estableciendo y administrando un sistema regulatorio adecuado, en conjunto con las empresas abastecedoras y distribuidoras, para que los ciudadanos de este país -en especial los pobres- puedan adquirir los medicamentos a precios razonables? Este es un tema de Estado que debería atenderse con altísima prioridad, sin esperar a que haga crisis, pues incide directamente tanto en la salud como en el bolsillo del pueblo. Hay muchísimos otros ejemplos que son preocupantes (la mora judicial, entre ellos) y que dejan mucho que desear de esta deplorable actitud del panameño que debe ser erradicada cuanto antes si se quiere impulsar el país hacia su desarrollo (el desarrollo económico tiene que ir de la mano con el desarrollo de todos los sectores y estamentos de la sociedad, para que sea sostenible). Por este mecanismo mental es que hay tantos paros y huelgas en Panamá. Por esta razón, los distintos gremios de trabajadores se la pasan midiendo fuerzas con los gobiernos de turno, causando un gran desgaste social y enormes perjuicios económicos a la economía del país. Es la misma razón por la que los partidos políticos de oposición trabajan a la defensiva y al contragolpe oponiéndose a todas las propuestas del gobierno de turno, en vez de alcanzar consensos por el bien del país.

La actual República de Panamá está experimentando un desconocido sentimiento de verdadera independencia y consolidación territorial y nacional desde el 31 de diciembre de 1999 (hacen casi siete años), gracias al Tratado Torrijos - Carter, firmado veintidós años atrás, en 1977. Este tratado puso fin a un enclave colonialista de gran importancia estratégica, desde las ópticas geopolítica, militar y comercial y derogó el entreguista y nefasto Tratado Hay - Buneau Varilla, de 1903 (el que ningún panameño firmó), que otorgó a perpetuidad la jurisdicción de los territorios de la Zona del Canal a los Estados Unidos. También puso fin a los más de cuatro siglos y medio de dependencias y de condicionamientos a las decisiones nacionales. El Panamá de hoy está atravesando por un momento cúspide como nación al controlar -completamente y por primera vez en su historia- los hilos de su propio destino...

En el último lustro, el panameño moderno ha estado exhibiendo un despertar, cada vez más intenso, de su propia realidad como individuo y como nación, tomando plena conciencia de su rica herencia histórica, multicultural, multiétnica, social y natural. La tan largamente anhelada restauración de la unidad territorial del país ha contribuido, significativamente, a llenar un profundo y crónico vacío de identidad, logrando una maravillosa comunión de intereses y un -hasta ahora ausente- espíritu de unión que en este momento histórico trascendental de la vida nacional ha venido a rescatar el orgullo, la autoestima y la dignidad de todos los panameños. Se ha consolidado, finalmente, la nación panameña y la panameñidad.

Sin embargo, hay nubes espesas sobre el cielo panameño que no permiten ver con claridad el horizonte. La sociedad panameña y todos sus estamentos (civiles, políticos, privados y públicos) tienen que hacer un alto total y efectuar un ejercicio de recapitulación (un FODA nacional, una Asamblea Constituyente) para reorientar el derrotero de la nación, desde la célula más básica de la sociedad, la familia, hasta los administradores de justicia, los poderes del Estado, la clase política, los sectores empresariales y los asalariados. El tiempo y el mundo siguen su curso y no se detienen ni perdonan. Ahora que el panameño puede tomar sus propias decisiones sin tener que consultar a nadie, debe hacerlo sin temores, sin timidez, apuntando a lo infinito, pensando en el presente y futuro del país, fijando objetivos, metas, propósitos y fines elevados.

Por ejemplo, hay temas de urgencia notoria que atender como la erradicación de la pobreza, la reforma de la educación y la cultura a todos los niveles en función de las demandas del entorno global, la salud pública, la erradicación del desempleo, la inseguridad ciudadana, la inseguridad jurídica, la erradicación de la corrupción y la ampliación del canal interoceánico, entre otros, que deben ser meditados con profundidad por todos los estamentos de la sociedad y cuyo abordaje requiere de una acción integral inmediata y decidida para lograr el avance y desarrollo sostenible del país, a niveles nunca antes alcanzados ni sospechados y con el enfoque de hacerlo cada vez mejor...por Panamá y todos los panameños.

03 julio 2006

Surco Estéril (Primera entrega)

Primera entrega de esta novela sobre los impactos socioeconómicos del modelo económico neoliberal que ha sido impuesto a los países en desarrollo o en vías de desarrollo y del drama que viven los miles de pequeños productores de estos países en su lucha por sobrevivir, en medio de una realidad nacional que los asfixia.


El Paraíso Terrenal

Porvenir era uno de esos pueblos prósperos del interior de la república en los que se notaba una febril actividad día y noche. La fuente de toda esta prosperidad radicaba en la fuerte producción agropecuaria y en la agroindustria. Durante el día, los hombres trabajaban afanosamente en las labores agrícolas, ganaderas o de la floreciente agroindustria. Las mujeres se dedicaban a las duras labores domésticas y al cuidado de los niños, que asistían a la Escuela Primaria de Porvenir, único centro educativo de la comunidad.

En las tardes, se formaban grupos de tertulia en distintos puntos de la comunidad en los que se comentaban los últimos acontecimientos del pueblo. Los niños retozaban por los alrededores llenando el ambiente con sus gritos y risas alegres y diáfanas. Entre trago y trago o entre cerveza y cerveza, los hombres jugaban al tablero, al dominó o a las cartas, discutiendo sobre temas del deporte y la política. Las mujeres comentaban sobre el desarrollo de las telenovelas, la moda y muchas otras frivolidades.

Los fines de semana, luego de la media jornada de trabajo del sábado, los hombres se reunían en los jardines y jorones del pueblo para pasar unas horas de esparcimiento disfrutando de las frías cervezas y los tragos, mientras jugaban al billar y discutían sobre temas variados. Las mujeres aprovechaban para lavar la ropa, limpiar las casas y obligar a los niños a estudiar y a chapear los patios, antes de permitirles salir a jugar con sus amigos. El domingo era para estar en familia viendo la tele, remando los números de la lotería dominical, para visitar o recibir visitas, ir al río, pasear a caballo y para asistir a una de las dos misas que ofrecía el padre Francisco en la blanca y hermosa capilla lugareña, dedicada a San Antonio, pues casi todos los pobladores de Porvenir eran católicos y muy creyentes, como en la mayoría de los pueblos de las zonas rurales de América Latina. Al concluir el día, el astro rey iluminaba en lontananza las empinadas montañas del poniente resaltando su perfil mágico y majestuoso y tiñendo con intensos celajes rojizos el atardecer. Los sonidos de la noche se acrecentaban y los sabrosos olores de las cocinas torturaban los hambrientos estómagos luego de un agitado día festivo. Los jóvenes se acicalaban para ir al parque Los Guayacanes, ubicado en el centro del pueblo, a caminar por sus veredas, conversar en sus bancas, darse un furtivo y fugaz beso en un recodo solitario los enamorados y cantar hermosas y evocadoras canciones románticas, en el pabellón central, al son de melodiosas guitarras.

Los agricultores, grandes y pequeños, tenían asegurada la venta de sus productos agropecuarios. Por un lado, la compañía transnacional procesadora asignaba cuotas de producción a cada agricultor y compraba toda la producción de tomate industrial garantizando el precio acordado de antemano. Los excedentes de la producción de este cultivo eran vendidos a intermediarios que, a su vez, los vendían a las grandes cadenas de distribución de alimentos -los supermercados- y a las miles de abarroterías o tiendas detallistas ubicadas en todos los rincones de los distritos y corregimientos del país. Las lecherías de Porvenir, en su gran mayoría productoras de leche grado C, la de menor calidad para consumo fresco, también tenían asegurada la venta de su producto a grandes empresas nacionales que la industrializaban para producir quesos blancos, leche agria y otros derivados, exclusivamente para el mercado nacional. Todavía quedaba suficiente margen para la existencia de muchas pequeñas procesadoras artesanales o queserías que, dedicadas a este negocio en menor escala, adquirían todos los excedentes de leche haciendo de este ineficiente y obsoleto sistema de producción y comercialización, un negocio lucrativo. Por su parte, los ganaderos dedicados a la producción de carne bovina, los porcinocultores y los avicultores no se quejaban pues, en un mercado cerrado, protegido de las importaciones por los altos aranceles que el gobierno imponía a los productos extranjeros, su negocio siempre sería excelente.

Era tan alta la demanda de mano de obra permanente y temporal requerida por la compañía transnacional y los productores agropecuarios, que había necesidad de contratar trabajadores de las pequeñas comunidades aledañas que, también, se beneficiaban de la prosperidad de Porvenir. Los índices de desempleo, de desnutrición, de analfabetismo y de delincuencia eran prácticamente nulos, por lo que vivir en Porvenir era casi como estar en el propio Paraíso terrenal…

- ¡Eugenio!, ¡Eugenio!...Espera, hombre, que necesito hablar contigo algo importante sobre un comentario que escuché a un ingeniero del Ministerio de Agricultura.

- ¿De qué se trata, Sergio? ¿Por qué tan preocupado?

- Bueno, parece que, finalmente, el gobierno va a firmar la entrada a la OMC. Te lo había dicho, amigo. Te lo había dicho. Esto de la mentada globalización de las economías nos va a traer muchos dolores de cabeza. Dijo a Eugenio, en tono de lamentación.

- Hay mucha presión de las IFIS y de los países ricos del norte, según he oído. Yo no entiendo mucho de estos enredos pero presiento que vienen grandes cambios para nosotros, los productores, y que la cosa se va a poner bien dura, color de hormiga, compadre… Continuó Sergio con semblante contrito.

- Y ¿por qué no nos quedamos fuera y ya? ¿Cuál es el apuro de entrar en la tal OMC, si estamos bien como estamos? ¿Qué ventajas obtendrá el país de esto? No sé, pero todo esto me huele a podrido. Añadió Eugenio con desánimo.

- A mi me dijeron que la presión no es solo de afuera. También hay presión de parte de los importadores de alimentos que quieren autorización para importar productos frescos, de los mismos que ya estamos produciendo en todo el país. ¿Qué irá a pasar con nosotros, los productores, si esto es permitido? La cosa está fea, amigos. Terció pensativamente Juan, que se había unido al grupo.

- Miren, amigos, parece ser que la presión que tiene el gobierno es tan grande que es casi seguro que firmarán la entrada a la OMC. Nos podemos quedar fuera, hasta donde conozco, pero el país quedaría aislado de los demás, sin posibilidades de préstamos y donaciones por parte de las IFIS y los países ricos, sin ninguna posibilidad de exportar sus productos, sean o no agropecuarios. Dijo Sergio, en tono clarividente y con mucha autoridad.

- Esto me suena a un vulgar chantaje. ¿Donde está la Justicia? ¡Con razón dicen que es ciega! Dijo Eugenio con aire de rebeldía.

- Bueno, gústenos o no, ellos tienen el sartén caliente agarrado por el mango. Los expertos nacionales dicen que la cosa es buena pues nuestro consumidor dizque será beneficiado con productos más variados y de mejor calidad y precio. También dicen que los productores nacionales tendremos que modernizar nuestros sistemas productivos si queremos que nuestros productos puedan competir, de tú a tú, con los importados y poder, incluso, mantenernos en nuestro propio mercado. ¡Que Dios nos agarre confesados! Continuó Sergio.

- Y ¿cómo piensan nuestras autoridades que vamos a lograrlo? Esta llamada modernización de la agricultura va a requerir de grandes inversiones de dinero y los bancos no creen en nuestros productores, o sea, en los pequeños, que somos gran mayoría. Preguntó Juan, con escepticismo.

- Según dicen, el gobierno nos apoyará a través de unas leyes especiales y, también, una de estas Entidades Financieras financiará un enorme proyecto de modernización del sector agropecuario, tanto privado como oficial. Sentenció Sergio.

- Y, después de la entrada a la famosa OMC, ¿qué vendrá? Preguntó Juan, con gran duda en su semblante.

- Dicen que la eliminación sistemática, progresiva y total de los aranceles a los productos importados, que son, justamente, los que protegen la producción nacional. La OMC nos dará un plazo de diez o más años, creo. Habrá que negociar primero los “techos” arancelarios para cada rubro, incluyendo los productos frescos, así como los desgravámenes progresivos a los que serán sometidos hasta llegar a cero arancel, en el período de moratoria estipulado o antes. Afirmó Sergio, mostrando un amplio dominio del tema.

- Oye, Sergio, tú que eres Ingeniero Agrónomo, los países ricos, ¿eliminarán también los enormes subsidios a su producción? Si es así, la competencia sería más pareja aunque, todavía, a favor de ellos, por ser países con mercados mucho más grandes y mayores volúmenes para comprar o vender, lo que les da muchas ventajas para imponer las reglas del juego, ¿no? ¿Qué dicen de esto las IFIS y la OMC? Supongo que le siguen el juego a los países ricos, en detrimento de los pobres. Si es así, ¡son una partida de hipócritas, por decir lo mínimo! Irrumpió Juan.

- ¿Eliminar sus subsidios? ¡No me hagas reir, Juan! Por supuesto que la competencia no va a ser nada justa. ¡Será como una pelea de tigre suelto con burro amarrado! Las IFIS se harán de la vista gorda, como siempre, pues ellas responden a los intereses de los ricos, ¿no lo sabías, muchacho? Por supuesto, los países ricos se las arreglarán para hacer lo que les venga en gana y utilizar las ventajas de sus economías de escala, que es a lo que te referías hace un momento. Bueno, creo que ya esta conversación se ha complicando demasiado, muchachos. Mejor vamos a dormir porque mañana es lunes y hay que madrugar para cuidar las finquitas…Sentenció Sergio.