25 julio 2008

22 de junio de 2008: el día más triste para el fútbol nacional y la “Marea Roja” panameña

El domingo 15 de junio de 2008, en la ciudad de Panamá, la Selección Mayor de Fútbol de Panamá se impuso, deportivamente, ante su similar de El Salvador, por la diferencia mínima de 1 por 0, en un cotejo en el que los jugadores del patio y la “Marea Roja” panameña se portaron a la altura. Ganó el mejor, ya que no ocurrieron incidentes de ningún tipo que pudieran haber contribuido al resultado final de este partido de ida (inicial) de la ronda eliminatoria entre las dos selecciones nacionales.

El domingo 22 de junio, en el Estadio Cuscatlán de la ciudad de San Salvador, la Selección Mayor panameña cayó 3 goles por 1 ante la de El Salvador, en un partido de vuelta dominado cómodamente por los istmeños hasta más allá de la mitad del tiempo complementario. Desde los albores del segundo tiempo, los hichas salvadoreños comenzaron a tirar toda clase de objetos a los jugadores panameños, en un gesto barbárico y, a todas luces, antideportivo. Los miembros de la policía salvadoreña que custodiaban los linderos entre las graderías y la cancha de juego hacían ingentes esfuerzos para atajar la miríada de proyectiles lanzados y evitar una tragedia, valiéndose de altos escudos transparentes, en un espectáculo vergonzoso que dio la vuelta al mundo en las pantallas de la televisión internacional.

En las pantallas de los televisores se observó con prístina claridad cuando un proyectil impactó uno de los brazos del portero panameño Penedo que esbozó un gesto de dolor e intentó que el árbitro jefe, Marco Rodríguez, detuviera el partido. Este lo ignoró por completo y el partido continuó, como si nada, con Panamá conservando aún su ventaja. En ese mismo instante, Guimaraes, Director Técnico del onceno panameño, debió intervenir enérgicamente para detener el cotejo, amenazando con abandonar el partido por válidas razones de seguridad, enfriando así los belicosos ánimos de los fanáticos locales. Se desconocen las razones que tuvo para no haberlo hecho: falta de agallas, temor a un desbordamiento de la barra brava salvadoreña, otras motivaciones muy poco profesionales que se comentan (y colocan a este personaje en un nivel muy bajo) o una mezcla de estas. Solo él y Dios lo saben.

La actuación del árbitro jefe fue pésima y muy cuestionable. Este señor hizo todo lo que estuvo a su alcance para que Panamá perdiera: faltas mal cantadas, un penalti descaradamente mal cantado, saques injustificados de tarjetas amarillas y rojas que provocaron la expulsión de dos jugadores (Rivera, en el minuto 80 y Machado, en el minuto 90). Los videos del juego son la evidencia más clara de estos abusos y falta de profesionalidad. La FIFA y la CONCACAF deberían investigar esto a fondo y aplicarle todo el peso de los reglamentos vigentes. Actuaciones tan mediocres y tan parcializadas como las de este señor causan graves daños tanto a la imagen como a los elevados principios y objetivos de este y cualquier otro deporte, en el verdadero sentido de esta palabra.

Obvia y naturalmente, los jugadores panameños tienen que haberse sentido muy amedrentados. Habría que ponerse en sus tacos para entender lo que pasó por sus mentes. El solo pensar que un proyectil de estos pudiera impactar sus cabezas u otras partes de sus cuerpos, mientras hacían un saque lateral o jugaban en el campo, debió desconcertarlos e, inmediatamente, hacerles perder la calma, la concentración, la coordinación y la garra para seguir preservando o incrementar la ventaja de Panamá. Una lesión seria podría acabar con sus carreras, su futuro futbolístico y hasta sus vidas. El equipo panameño se desmoronó totalmente en el minuto 70, cuando Quintanilla logró el gol del empate para El Salvador. La fanaticada local enloqueció y arremetió contra los hinchas panameños que apoyaban alegremente su equipo en las graderías del Cuscatlán, con toda clase de improperios, vulgaridades, epítetos contra la dignidad nacional, amenazas e, incluso, agresiones físicas. La lluvia de proyectiles se intensificó y allí terminaron las aspiraciones panameñas de llegar al Mundial del 2010, en Sudáfrica. En el minuto 82, Quintanilla produjo el gol de la ventaja salvadoreña (un penalti mal cantado) y Anaya sentenció el partido en el minuto 89, para el marcador final. En los 20 minutos finales, luego de haber sido dominados la mayor parte del juego, los salvadoreños anotaron sus tres tantos, ante un equipo panameño completamente desmoralizado, sin dirección y jugando con solo 9 jugadores.

La Selección Mayor de Fútbol de Panamá no debe sentirse mal por este flagrante despojo que desdice mucho de la intrínseca filosofía, fines y objetivos del verdadero deporte. Aquí no ganó el mejor…perdió el espíritu deportivo, perdió el fútbol regional... Panamá debe estar muy orgullosa de sus deportistas, en general. Siendo un país tan pequeño y con la población más baja de toda América Latina, que apenas supera los tres millones de habitantes, Panamá ha producido 25 campeones mundiales de boxeo (algunos de ellos entre los más grandes de todos los tiempos); el país tiene un beisball amateur entre los mejores del continente (con algunos campeonatos a nivel latinoamericano, continental y mundial); hay muchos beisbolistas panameños jugando en el beisball profesional de los Estados Unidos, Japón, México y otros países, sin siquiera contar con una liga nacional profesional); el baloncesto panameño está al nivel de los mejores de todo el continente; los mejores y más exitosos jockeys del mundo son los panameños y, por si fuera poco, en la actualidad, el Canguro Irving Saladino, indiscutible campeón mundial de salto largo, es panameño. En fútbol, sin tener en el país una liga profesional, Panamá ha exportado y está exportando excelentes jugadores a Europa, Asia, Rusia, Centroamérica y varios países latinoamericanos con mucha tradición y cultura futbolística, entre otros. Los progresos logrados en este deporte, en los dos últimos lustros, están dando muy buenos resultados y no hay duda de que pronto Panamá también será una potencia -al menos regionalmente- en este deporte.

La fanaticada y todos los panameños deben sentirse orgullosos de ser un pueblo pacífico en que el honor y el verdadero espíritu deportivo están por encima de las pasiones más bajas. No se debe caer en el error de descender al punto de tomar venganza en el futuro, cometiendo los mismos abusos que ahora se señalan como una lacra del espíritu deportivo. Las autoridades nacionales del deporte deben tomar nota de esto e implementar los mecanismos necesarios para que esto no suceda jamás.

1 comentario:

Eric Manuel dijo...

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