Una Comisión del Colegio de Ingenieros Agrónomos de
Panamá (CINAP) está elaborando un escrito sobre la Seguridad
Alimentaria como parte de una propuesta general a ser presentada a los
candidatos a la Presidencia de la República en las próximas elecciones
generales, a celebrarse en mayo del presente año. Aquí se esbozan algunas
consideraciones que jamás pretenden ser exhaustivas -pues es un tema muy
abarcador y complejo- pero que, ojalá, puedan servir en la elaboración del
documento final de este noble gremio.
1. DEFINICIÓN DE SEGURIDAD ALIMENTARIA
Y SOBERANÍA ALIMENTARIA
Durante la Conferencia Mundial de la Alimentación (1974),
surgió la primera definición del término seguridad
alimentaria como “la
disponibilidad en todo momento de suficientes suministros mundiales de
alimentos básicos”. Esta conferencia se organizó en reacción a la
crisis alimentaria mundial sufrida entre 1972 y 1974, por la disminución de la
producción de alimentos y de las reservas mundiales, que hizo recordar a muchos
las teorías demográficas del clérigo y economista inglés Thomas Malthus (Ensayo
sobre el principio de la población, 1798) que predijo una escasez de
alimentos a escala planetaria.
Para la Cumbre Mundial sobre la
Alimentación organizada por
la FAO (Roma, 1996), a escala individual, familiar, nacional, regional y
mundial “Existe seguridad alimentaria cuando todas las personas
tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos
inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus
preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y
sana”. En esta cumbre los Jefes de Estado y de Gobierno presentes o sus
representantes, prometieron, en su Declaración de Roma sobre la
seguridad alimentaria mundial, “conseguir la seguridad alimentaria para todos
y a realizar un esfuerzo constante para erradicar el hambre de todos los
países, con el objetivo inmediato de reducir
el número de personas desnutridas a la mitad de su nivel actual no más tarde del año 2015”.
Entonces, hace unos 18 años, alrededor de 800 millones de personas alrededor
del mundo, especialmente en los países en desarrollo, padecían de hambre y la
promesa era reducir la cifra a 400 millones de personas. La triste realidad actual es que entre 2011 y 2013 cerca de
842 millones de personas, aproximadamente el 12% de la población mundial,
sufrieron hambre crónica, según informe publicado por la FAO de las Naciones
Unidas (octubre, 2013). Todavía queda poco más de un año para que se
venza el plazo establecido. ¿Se logrará esta meta?
Según
el Comité de Seguridad
Alimentaria Mundial (CSA), órgano intergubernamental de la FAO, “Existe
seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico, social y económico
a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades
alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una
vida activa y sana”. Ese “en todo momento” indica que el acceso físico,
social y económico debe ser permanente, para que la seguridad alimentaria sea
sostenible en el tiempo.
El Departamento de Agricultura de los
Estados Unidos (USDA) opina
que “La seguridad alimentaria de un hogar significa que todos sus miembros
tienen acceso en todo momento a suficientes alimentos para una vida
activa y saludable. La seguridad alimentaria incluye al menos: 1) la
inmediata disponibilidad de alimentos nutritivamente adecuados y seguros, y 2)
la habilidad asegurada para disponer de dichos alimentos en una forma sostenida
y de manera socialmente aceptable (esto es, sin necesidad de depender de
suministros alimenticios de emergencia, hurgando en la basura, robando o
utilizando otras estrategias de afrontamiento)”. Este enfoque nacional del
USDA se centra en la célula básica de la sociedad, la familia.
De
acuerdo al Instituto
Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), “La seguridad
alimentaria es la existencia de condiciones que posibilitan a los seres humanos
tener acceso físico, económico y de manera socialmente aceptable a una dieta
segura, nutritiva y acorde con sus preferencias culturales, que les permita
satisfacer sus necesidades alimentarias y vivir de una manera productiva y
saludable. Estas condiciones son: la
disponibilidad física de alimentos en
cantidades y calidad suficientes a través de la producción del país y de las
importaciones (incluida la ayuda alimentaria); el acceso de todas las personas a
los alimentos por medio de la
disponibilidad de recursos económicos y de otra índole para adquirir alimentos
nutritivos, sanos y en la cantidad apropiada; el
logro de un nivel de bienestar nutricional en el que se satisfagan todas las
necesidades fisiológicas, gracias a una alimentación adecuada, disponibilidad y
acceso de agua potable, sanidad y atención médica (importancia de los insumos
no alimentarios); la
estabilidad del acceso a alimentos adecuados en todo momento, sin riesgo de
quedarse sin alimentos a consecuencia de crisis políticas, económicas o
climáticas repentinas ni de acontecimientos cíclicos (inseguridad alimentaria
estacional). Engloba tanto la disponibilidad como el acceso”. En esta
definición se intenta desglosar los principales aspectos de las definiciones
anteriores separando -por ejemplo- el acceso físico, social y económico a
suficientes alimentos de calidad y en todo momento, esbozado por el CSA de la
FAO, de la disponibilidad física de los mismos, tácita en la definición del
comité de la FAO. También separa los temas de bienestar nutricional y
estabilidad de la oferta de alimentos, considerados por el CSA. Sin
embargo, el IICA aboga por una estabilidad de la oferta que esté por encima de
las crisis políticas, económicas, climáticas o, incluso, los acontecimientos
cíclicos, lo cual es irreal en el mundo actual.
¿Habrá
algún país en el mundo que haya alcanzado este ilusorio ideal llamado seguridad
alimentaria? La pregunta que hay que hacerse es si la seguridad
alimentaria, según la definición del CSA de la FAO, es factible. En estos
términos, la seguridad alimentaria no depende únicamente de la producción per se de alimentos y todo lo que ello
implica, que es mucho. También depende de una multitud de otros factores
(controlables y no controlables por el ser humano) y sus interacciones, algunos
de los cuales se mencionan en la definición del IICA. Por lo tanto,
valdría la pena discutir o preguntarse seriamente si este término debe ser
sustituido por otro, menos ambicioso, pero más real. Así la humanidad
entera no perdería más tiempo, esfuerzos y recursos en perseguir una meta
inalcanzable y podría aterrizar en estrategias más concretas y accesibles, a
corto, mediano y largo plazos, para reducir sustancialmente este flagelo de la
humanidad, que representa una vergüenza para los políticos de los países donde
predomina la pobreza y la pobreza extrema y para los políticos de los países
ricos y desarrollados, por su falta de solidaridad.
Ya se
vislumbra que la meta de reducción del 50 % del hambre en el planeta, prometida
con atrevida ligereza en el marco de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de
1996 (cuyos indicadores de resultados deberán sustentarse en 2015), terminará
en un fracaso estrepitoso. El hambre a nivel mundial no solo NO se redujo en los dieciocho años posteriores a la
cumbre, más bien se incrementó, por diversas y muy complejas razones, que no
viene al caso abordar. Se requiere de esfuerzos mundiales eficazmente
coordinados, menos politiquería y muchísimo más que buenos deseos para lograr
avances significativos. Si se llega a realizar otra cumbre en 2015,
obligatoriamente habría que reconocer que las metas fueron irrealmente
ambiciosas y se tendría que replantear los conceptos y acciones para lograr
avances menos espectaculares, quizás, pero firmes y sostenibles en el tiempo.
Por otro
lado, según Wikipedia, “La soberanía alimentaria es la
facultad de cada pueblo para definir sus propias políticas agrarias y
alimentarias de acuerdo a objetivos de desarrollo sostenible y seguridad
alimentaria. Ello implica la protección del mercado doméstico contra los
productos excedentarios que se venden más baratos en el mercado internacional,
y contra la práctica del dumping (venta por debajo de los
costos de producción)”. Este concepto fue introducido en la Cumbre
Mundial sobre la Alimentación de 1996 y está condicionado cuando los países
firman acuerdos internacionales que, en ocasiones, son supranacionales, como es
el de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Esta limitación impone
que se actúe con inteligencia y estratégicamente en estos temas.
Al
respecto, en el plano nacional, no confundamos a nuestros políticos
proponiéndoles planes imposibles de alcanzar para resolver permanentemente el
tema de la seguridad alimentaria, según se plantea en las definiciones vigentes
que se han citado. Es obvio que, a nivel de las familias, comunidades y
provincias de un país pequeño en territorio y población, como Panamá, es más
factible reducir el hambre a niveles que permitan la erradicación de la pobreza
extrema e ir disminuyendo la pobreza programática y sosteniblemente. Como
esta meta no puede ser lograda en un solo período gubernamental, por ser
compleja, por etapas y costosa, tiene que ser establecida como una política
estatal. Sin embargo, esta no es tarea únicamente del gobierno de turno,
es tarea de todos los panameños, sin distingo de razas, condición
socioeconómica, educación, religión o partido político. Todos los
panameños tienen que aportar su grano de arena en el logro de este noble
objetivo.
2. SITUACIÓN ACTUAL DE LA SEGURIDAD
ALIMENTARIA EN PANAMÁ
Según
estadísticas del Ministerio de Economía y Finanzas (Indigencia y Pobreza,
Encuesta de Mercado de Trabajo, marzo 2012, publicada en agosto de 2012), la
pobreza general en 2008 (año anterior a la llegada del gobierno actual) era del
orden del 33.8 % y la indigencia marcaba el 15.3 %. En pobreza extrema,
4.2 % de la población urbana se hallaba afectada, mientras que en las áreas
rurales alcanzaba el 35.2 %. Por otro lado, el 19.6 % de la población
urbana se hallaba en pobreza no extrema, comparado con las áreas rurales, con
un 59.4 %. En 2009 (primer año de la actual gestión gubernamental y en
pleno apogeo de una de las peores crisis económicas globales de la historia)
las estadísticas de pobreza y pobreza extrema se mantuvieron muy
similares. En 2010 se observaron reducciones importantes de la
pobreza en los tres indicadores: indigencia y pobreza totales (12.2 y 29.8 %,
respectivamente), pobreza extrema, urbana y rural (4.1 y 27 %) y pobreza no
extrema, urbana y rural (16.6 y 54.1 %). Esta tendencia a reducir la
pobreza se mantuvo en 2011 con las siguientes cifras: indigencia y pobreza
totales (11.5 y 27.6 %), pobreza extrema, urbana y rural (3.4 y 26.6 %) y
pobreza no extrema, urbana y rural (15.3 y 50.4 %). Para marzo de 2012,
continuó la tendencia a la reducción de la pobreza en Panamá, reportándose
resultados muy favorables: indigencia y pobreza totales (10.4 y 25.8 %),
pobreza extrema, urbana y rural (2.9 y 24.3 %) y pobreza no extrema, urbana y
rural (12.6 y 50.2 %). Aunque todavía son cifras modestas, se ve una
clara tendencia a la reducción de la pobreza en el país durante la actual
gestión gubernamental, en comparación con el 2008. Falta por analizar la
evolución durante los tres últimos trimestres de 2012 y todo el 2013.
Sin
embargo, con estos datos, siguiendo la definición de seguridad alimentaria del
Comité de Seguridad Alimentaria de la FAO, se observa que Panamá ha dado
muestras de una significativa y consistente mejoría en la reducción de la
pobreza, en el actual quinquenio, producto de políticas estatales bien
diseñadas y dirigidas, entre las que destacan las de empleomanía (con un nivel
de desempleo de 4.5 %, calificado como empleo total, según comunicado de la
Asociación Panameña de Ejecutivos De Empresa, APEDE, en enero de 2013),
recaudación de impuestos, fomento al turismo y los programas de índole social
para mejorar las condiciones y la calidad de vida de los pobres y
extremadamente pobres, entre otras, mejorando la distribución de las riquezas.
3. PROPUESTA PARA MEJORAR LA SEGURIDAD
ALIMENTARIA EN PANAMÁ (basada en la situación actual)
Dado que la seguridad alimentaria de un país es multifactorial
(no depende únicamente de la producción de alimentos), requiere de un enfoque
holístico que integre sistemáticamente las acciones de todos o la mayoría de
los actores que la influencian. El sector agropecuario (oficial y
privado), por sí solo, no puede cargar sobre sus hombros esta enorme
responsabilidad, que lo rebasa, pues se expone al fracaso. Hay que crear
los mecanismos de articulación necesarios para canalizar los esfuerzos de todos
los actores en el marco de un plan preconcebido, a corto, mediano y largo
plazos, para poder avanzar con pasos firmes y con mayor eficacia hacia el logro
de metas realmente viables, que se propongan conjuntamente, para el
mejoramiento significativo y por etapas de la seguridad alimentaria nacional.
Con base en la situación actual de Panamá, en materia de
seguridad alimentaria, se propone que el próximo gobierno que sea electo en las
elecciones generales de mayo del presente año, continúe con las políticas
estatales que ha venido implementando el actual gobierno. Entre estas
políticas se citan las siguientes: 1) atacar de frente la pobreza y la pobreza
extrema y lograr una distribución más equitativa de las riquezas que se generan
en el país (con un plan agresivo de creación de empleos tradicionales y no
tradicionales, un plan de capacitación vocacional y universitaria en carreras o
profesiones estratégicas para el desarrollo nacional, continuar el programa de
las becas universales y concretar el plan de las becas universitarias propuesto
por uno de los candidatos a la Presidencia, así como continuar e incrementar
los programas de apoyo e inclusión social, entre otros), 2) intensificar el
programa de recaudación de impuestos para apoyar las obras civiles y sociales
del gobierno actual, 3) completar la ampliación del canal interoceánico
(generando incrementos en la fuerza laboral que requerirá), 4) ampliar el programa
de inversiones en obras y mega obras civiles estratégicas para mejorar la
calidad de vida de todos los panameños y seguir avanzando
hacia el desarrollo del país y, por último, 5) corregir el problema endémico de
la desigualdad entre géneros -por el que Panamá fue injustamente castigado en
2013 bajando su Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la excelente posición 59 a
la 108, entre 186 países- y que ocurre, mayormente, entre la población pobre y
extremadamente pobre de Panamá y, especialmente, en parte de la población
indígena, donde es cultural.
Por último, pero también muy importante, las recomendaciones
para el Sector Agropecuario, relacionado directa pero no exclusivamente con la
seguridad alimentaria, a través de la producción nacional de alimentos.
Esta debe ser sostenible en el tiempo (económica, ambiental y socialmente) y
para lograrlo se requiere de una organización total de los productores en
cooperativas o asociaciones a las que se les dé una sólida formación en los
principios del cooperativismo o las asociaciones de producción para que,
unidos, puedan enfrentar, con posibilidades de éxito, los nuevos retos que
plantea la producción y comercialización de alimentos a escala nacional y
mundial, entre ellos la apertura o globalización de los mercados, la
eliminación de las barreras arancelarias y la competitividad de la producción
(influenciada por muchos factores, entre ellos, la adopción de tecnologías de
punta y la capacidad de negociar el precio de los insumos de la
producción). La actividad de producción, organizada de esta forma, será
sujeta a créditos bancarios que, actualmente, se ven limitados debido a que la
banca no desea asumir los altos riesgos de prestar a productores individuales,
por las malas experiencias que han tenido en la recuperación de los dineros
prestados. Por otro lado, los sectores públicos y privados tienen que
apoyar la generación de tecnologías de punta adaptadas a las
condiciones agro ecológicas de Panamá, mediante la capacitación
de investigadores a los más altos niveles académicos en centros educativos de
excelencia comprobada, la dotación de suficientes recursos económicos para la
investigación y la debida autonomía (en el caso del Instituto De Investigación Agropecuaria de Panamá, IDIAP) para
poder conducir y administrar la investigación sin ningún tipo de influencias
que no sean las planteadas por la demanda de tecnologías apropiadas que
requiera la producción agropecuaria y agro industrial.
Por otro lado, a nivel del Ministerio
de Desarrollo Agropecuario (MIDA) se requiere del fomento a la producción
de otros cultivos y especies animales, adicionales a las que se han venido
produciendo de forma tradicional por muchos años, así como de la agro
industria. Por ejemplo, para mencionar un caso, el fomento a la producción
frutícola organizada, que está muy atrasada en Panamá, con fines de
consumo interno y exportación (que crearía miles de empleos y generaría
millones de divisas). También es prioritario el fortalecimiento y
adecuación de las leyes fito y zoo sanitarias nacionales (para
sincronizarlas al entorno actual) y del sistema de transferencia de
las tecnologías de punta generadas o adaptadas a las condiciones
nacionales, ya que de poco serviría invertir en generar, adaptar y validar
tecnologías de punta si estas se quedan engavetadas por falta de un sistema
nacional eficiente y eficaz para su difusión y promoción de la adopción.
Al mismo tiempo, se requiere de una revisión y modernización de las leyes
de todas las instituciones oficiales del sector agropecuario
para que cumplan con sus objetivos de la mejor manera posible, en términos
generales y en lo que a su aporte al nivel de seguridad alimentaria del país se
refiere.