Venezuela es un país extraordinario, desde todos los
puntos de vista. Es la patria del insigne
Simón Bolívar, Libertador de América del Sur y gran visionario que soñaba con
la unificación de Latinoamérica en un solo país. Posee un extenso territorio, cuenta con enormes
bellezas naturales (como el Salto del Ángel, ícono mundial del turismo y del
salto de altura en traje de alas y en parapente), con una importante área selvática
amazónica, con una rica orografía, con una extensa variabilidad climática para todo
tipo de explotación agropecuaria, con enormes yacimientos de petróleo y de
minerales de todo tipo, oro, plata, diamantes y uranio. Si, uranio… Piense en algo y…Venezuela lo
tiene.
En Venezuela la música folclórica es hermosa (la Gaita y
el Joropo, entre otras) y, sobre todo, la gente es muy especial, alegre, buena
y noble. El pueblo venezolano es muy
parecido en su idiosincrasia, al pueblo panameño. Cuando Panamá padeció de la funesta dictadura
militar de 21 años, el pueblo venezolano fue uno de los primeros en solidarizarse
con el sufrimiento que atravesaba el pueblo panameño. Y es que a Panamá y Venezuela las unen
profundos lazos históricos, desde los tiempos del gran Simón Bolívar…
No es casual que Venezuela sea la cuna de mujeres hermosas
(muchas de las cuales han sido reinas internacionales de belleza), así como de
grandes deportistas en distintas disciplinas deportivas como el beisball, el
boxeo y el hipismo, entre otras, siendo un país poseedor de un diverso “pool”
genético que confiere a su pueblo mucho talento y vigor híbrido.
En otras palabras, Venezuela está llamada a ser una
potencia mundial, dadas sus características generales y específicas. Tiene casi de todo… Lo único que este hermano
país, obviamente, no ha tenido en los últimos lustros, son buenos
gobiernos. No se justifica, bajo ningún
concepto, bajo ninguna excusa, que un país tan inmensamente rico como Venezuela,
esté en tan precaria situación política, económica y social. El pueblo venezolano carece casi de todo, especialmente
libertad, derechos humanos, abastecimientos básicos del diario vivir, seguridad
civil, comida y calidad de vida. ¿Puede
negarse algo de esto?
Zozobra, represión,
cárcel y muerte es lo que impera en toda Venezuela, en estos momentos. La población venezolana, especialmente la
juventud, está exponiendo su vida en las calles pelando por sus derechos
civiles, por sus derechos humanos, por su derecho a la libertad, por su derecho
a la calidad de vida, por Venezuela, denunciando abiertamente que en su país existe
un gobierno dictatorial. Solicitan, con
gran vehemencia, el apoyo solidario del mundo, especialmente de América Latina. Lamentablemente, este apoyo le fue negado por
casi la totalidad de los países latinoamericanos, a excepción de Panamá, en la
reciente reunión extraordinaria del Consejo Permanente de la Organización de
Estados Americanos (OEA). Panamá
solicitó la reunión para discutir la posibilidad de convocar a los
cancilleres del
continente para analizar la situación en Venezuela y, de paso, hacer un llamado de
atención sobre la frágil situación que se vive en el hermano país, que podría terminar en un
baño de sangre y/o una guerra civil, que después lamentaríamos todos.
Una gran mayoría de los países del Consejo Permanente lo consideraron
prematuro, aunque parezca increíble, prefiriendo emitir una mera declaración política,
aduciendo que el gobierno venezolano ya había iniciado el diálogo con sus
opositores políticos. En este resultado
se nota la influencia de la llamada “diplomacia
del petróleo” que desplegó ampliamente el desaparecido Hugo Chávez y ha
continuado Nicolás Maduro. Da vergüenza,
da dolor, la falta de solidaridad con el pueblo venezolano, por unos barriles
más…
Esta historia no termina aquí. Hay que recordar que, desde hace unos tres
lustros, las riquezas de Venezuela han sido su mayor desgracia. Y Venezuela tiene uranio… Ya es de dominio público
quienes están tras este valioso y estratégico metal para los programas
nucleares (con fines armamentistas, supuestamente benéficos y desconocidos) y
han tenido acercamientos con el gobierno venezolano. Este hecho agrava la situación y arroja un
ángulo tenebroso al asunto. Esta
coyuntura podría desatar incidentes de proporciones incalculables que se deben
prevenir a tiempo. ¿Qué ha sucedido con
los países latinoamericanos que, conociendo las implicaciones que existen, han
decidido jugar al avestruz?
La hermana Venezuela y el noble pueblo venezolano
necesitan del apoyo latinoamericano y del resto del continente americano,
incluyendo sus territorios insulares, para traer la paz a esta sufrida nación. La única forma de lograrlo es concertando un
diálogo serio entre las partes, que era todo lo que pretendía la solicitud de
Panamá al Consejo Permanente de la OEA.
Ahora el Presidente Maduro
exige una disculpa al Presidente Martinelli para restablecer las relaciones diplomáticas
y comerciales que rompió con Panamá, por su supuesta intervención en los
asuntos venezolanos, cosa que se sabe es absurda. Por supuesto, también queda suspendido el
pago de más de mil millones de Balboas (=mil millones de dólares estadounidenses)
que se le adeudan a distintas empresas de la Zona Libre de Colón, en el
Atlántico panameño. Pero de nada tiene
que disculparse el gobierno panameño o el Presidente Martinelli, que lo único
que desea es apoyar al hermano pueblo venezolano. Pero arriba hay un Dios, del que muchos solo
se acuerdan cuando lo necesitan. Miseria
humana.
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