19 mayo 2006

Terrorismo, flagelo de la humanidad

Vivimos en una era de materialismo extremo en la que se da más valor al dinero, a las posesiones y al poder (en todas sus manifestaciones). Consecuentemente, la humanidad se encuentra en un nivel muy bajo de espiritualidad, ávida de placer, de sensaciones morbosas, de sexo, de drogas y de un impulso irrefrenable por la tenencia de bienes y el consumismo... Las personas son admiradas por su apariencia, por lo que tienen (sin importar cómo lo han obtenido), por el número de cifras de sus cuentas bancarias, por su belleza física, por su prosa y por el poder que detentan. No se admira a las personas por su calidad interior, por su talla moral o espiritual, por su vocación a ayudar a los demás, por su sencillez.


La intolerancia, en todas sus manifestaciones (religiosa, política, racial, de clase social, por género), es el patrón, en los tiempos actuales. Hoy día son comunes las matanzas entre etnias de un mismo país, las agresiones políticas por el poder hegemónico mundial, los crímenes de lesa humanidad por la intolerancia racial, los abusos de las altas clases sociales y las guerras sangrientas por diferencias religiosas "irreconciliables", entre muchas otras atrocidades. La forma más vil y cobarde que utiliza el hombre moderno para imponer su criterio y su dominio, se basa en el terror, es el terrorismo, en el sentido amplio de la palabra: el terrorismo ideológico, el terrorismo económico, el terrorismo psicológico, el terrorismo racial y el terrorismo religioso, entre muchas otras formas existentes.

Este artículo del weblog Palabra Justa se centra en una de las formas más peligrosas del terrorismo: el religioso. Esta forma de terrorismo es, en extremo, perniciosa y alienante pues no reconoce límites a su acción ya que se declara en comunión directa con Dios y en obediencia a Sus mandatos divinos. En entregas posteriores, se abordarán otras formas de terrorismo que han contribuido o servido de medio de cultivo, de manera directa o indirecta, a esta realidad que está llevando al mundo a una encrucijada fatal, especielmente el terrorismo político y el ideológico.

En particular, se comenta la situación sociopolítica y religiosa en el Medio Oriente que es, cada vez, más preocupante y delicada. Esta región del globo terráqueo ha sido el centro de todo tipo de extremismos (religioso, político, racial y de género) desde hace miles de años. En la misma existen grupos que, con gran convencimiento y decisión, cometen las más cobardes y horribles atrocidades, amparándose en las sombras, llamando a estos crímenes actos de fe. Algunos, más osados todavía, se han puesto como meta la conquista del mundo entero y la exterminación de todos los infieles, o sea, aquellos que no comparten sus creencias religiosas, sociales y políticas. Pareciera ser que este comportamiento alienado y alienante es producto de un profundo fanatismo religioso, inculcado desde tiempos inmemoriales, que les ha hecho perder la cordura -o, podría decirse, la razón- para poder justificar esta barbarie, sin el menor remordimiento, y creer -firmemente- que Dios está de su lado. ¿Acaso piensan que su Dios es distinto que el de los demás grupos humanos (Cristianos, Judíos, Musulmanes, Budistas, Sintoistas, Brahamanes, Agnósticos, etc.)? ¿Cómo podría Dios, en Su Santo Juicio, aplaudir semejante carnicería y, además, premiarla con algo tan carnal, tan mundano y tan grotesco como los favores sexuales de bellas doncellas celestiales? ¿Qué clase de ser humano puede, tranquilamente, asesinar vilmente a cientos de personas, en un acto terrorista, por el deseo de recibir este codiciado premio divino? ¿Qué clase de ser humano puede pensar que esto es cierto y que en el Reino de Dios podremos continuar con los lascivos y licensiosos placeres de la carne y de las sensaciones mundanas en vez de transfigurarnos en seres espirituales, en seres de luz? Esto hace recordar la constelación de dioses paganos de las antiguas mitologías griega y romana. Aquellos eran dioses con características, pensamientos, pasiones y sentimientos similares a los de los hombres y mujeres de la época, con capacidad para hacer el bien y el mal. Dioses que podían asesinar, codiciar, mentir y hasta aparearse, como el más común de los mortales. ¿No es esto una burla, una grave ofensa y una blasfemia a la Majestad de Dios? ¿No es esto un insulto a la inteligencia de la raza humana? ¿Alguien podría responder estas preguntas?

Es preocupante observar cómo países extremistas de toda la vida, que han dado albergue y financiado el terrorismo internacional, están ansiosos por tener la tecnología nuclear con fines desconocidos, hasta el momento, pero que no auguran nada bueno para el género humano. También es preocupante que países que poseen esta tecnología hayan negociado, irresponsablenente, por el vil dinero, entregarla a gente que respira abiertamente un intenso odio y resentimiento hacia todo lo que es diferente a ellos, a gente en cuyo diccionario no existen los términos convivencia pacífica o tolerancia y que no respetan el pluralismo religioso y político. Los países que poseen esta tecnología y las organizaciones internacionales (OIEA,ONU, FAO) tienen que llegar a un acuerdo internacional efectivo que regule y supervise de manera más vinculante y beligerante la transferencia de esta tecnología y sus aplicaciones, antes de que sea muy tarde. Si esto no se hace inmediatamente, llegará el día, no muy lejano, en que los extremistas (incluidos los terroristas) contarán con armamento nuclear (si es que ya no lo tienen) y el futuro del planeta penderá de un débil hilo...

Quizás, detrás del telón -tras bastidores- hay actores e intereses políticos, hegemónicos y de naturaleza oscura, manipulando los hilos de esta tragedia humana que estamos viviendo. Que Dios, que es Uno solo para toda la raza humana y para el universo entero, nos guíe y nos ayude para que se logre superar este flagelo mundial y podamos convivir en paz, en un mundo más justo y equitativo.

Lo que este mundo necesita es paz. Pero, para que haya una paz duradera, se tiene que erradicar o reducir significativamente la pobreza, en cada país del mundo. Hay millones de personas que viven en la más abyecta pobreza, padeciendo y muriendo de hambre, sin oportunidades para mejorar su situación y la de sus familias. Otras nadan en la riqueza abundante, indolentemente, sin importarle la suerte de los demás. Los países ricos del norte son, parcialmente, responsables de esta falta de equidad que tiene al mundo sumido en la degradación y la desesperación, con una expectativa muy triste del futuro inmediato y mediato. Esto se debe, en parte, a la hipocresía de sus dirigentes y clases políticas al exigirle a los países pobres, a través de normas y convenios internacionales elaboradas por ellos mismos, el estricto cumplimiento de las mismas, el rigor en la implementación y la transparencia total, mientras que ellos son los primeros en violarlas flagrantemente, según sus mezquinas conveniencias. ¿Cuándo cambiarán su equivocada política exterior que, en los momentos actuales, se está volviendo -como un bumerang- en contra de ellos mismos?

1 comentario:

bath mateus dijo...

Many thanks for your nice posting , I like it.
Bathmate