19 mayo 2006

Un Mundo Realmente Feliz

A diferencia de la famosa novela de Aldous Huxley, Un Mundo Feliz, en este artículo se plantea que la posibilidad de tener un mundo más justo y equitativo está a nuestro alcance, hoy. Si las naciones más poderosas e influyentes a nivel mundial y las organizaciones internacionales (FAO, ONU, OEA, OIEA, OMC, OMS y las famosas Instituciones Financieras, entre muchas más) no hacen algo al respecto, en poco tiempo el mundo entrará en una crisis aguda que tendrá grandes repercusiones negativas en el orden mundial. El escenario que se avecina podría, incluso, traer una tercera guerra mundial atómica y un cambio drástico en los poderes hegemónicos actuales. El mundo necesita deseperadamente hacer un alto y analizar con profundidad la crítica situación actual. Se tiene que alcanzar un consenso mundial e implementar las acciones que sean necesarias para frenar el modelo de desarrollo insostenible vigente (entre ellos una revisión detallada y ajustes al modelo económico neoliberal que rige el mundo y sus distorsiones) antes que sobrevenga el colapso total o la autodestrucción de la civilización, tal como la conocemos hoy.

Los países ricos (de todos conocidos) aún persisten en sus posiciones y prácticas tradicionales de controlar al mundo -especialmente a los países del sur- y medir fuerzas, entre ellos, para obtener una mayor porción en la cuota de poder. Continúa la producción de armamentos, cada vez con mayor poder de destrucción, pensando en futuras guerras y conquistas. Invierten miles de billones en guerras con el fin de dominar áreas geográficas "estratégicas" (para sus fines), con un costo enorme de vidas, tanto militares como civiles. Hipócritamente, crean organismos y convenios internacionales para controlar aún más los países pobres pero son los primeros en violar sus estatutos ante la mirada impotente y -en ocasiones- cómplice, de quienes los administran. La polarización de los poderes militar, económico y político ha creado una especie de "club" exclusivo u oligopolio hegemónico que está ampliando aún más la brecha entre los países ricos y los pobres. En contraposición, podría ocurrir una oposición organizada de los países pobres y una exacerbación de las posiciones extremistas a nivel global...

Con pocas excepciones, desgraciadamente, las clases políticas de los países pobres no ayudan a sus conciudadanos para que logren superar la ignorancia y la pobreza que los consume. Es mucho lo que podrían hacer para mejorar la educación y elevar la calidad de vida de sus compatriotas pero prefieren repartirse el botín y enriquecerse, cometiendo toda clase de atropellos contra sus pueblos. Luego, se hacen las víctimas culpando de sus desgracias a los países ricos y a las organizaciones internacionales o agachan la cerviz servilmente, jurando lealtad a unos y otros, a cambio de favores especiales (donaciones, préstamos, cancelación de la deuda externa, etc.). Esto ha ocurrido durante décadas (¿o siglos?) y, con todo el dinero, los programas y las migajas que los países ricos han repartido en el "Tercer Mundo", la situación no mejora para esos pueblos irredentos y faltos de una clase política verdaderamente solidarizada con su gente y con el futuro de sus países. Continúan los altos índices de pobreza, el analfabetismo galopante, los altos niveles de desempleo, la corrupción, el clientelismo y casiquismo político y la falta de programas efectivos de salud pública. Todavía persiste la mirada triste y hueca de millones de niños que no logran comprender qué sucede y no perciben ni el mínimo atisbo de esperanza en el horizonte de sus jóvenes vidas. Esta misma clase política insensible, corrupta y decadente -cuando lo cree conveniente- se da golpes en el pecho, declarándose los mayores defensores de la patria y los derechos humanos de los más necesitados.

No hay excusas válidas posibles para que, en pleno siglo 21, existan millones de seres humanos que no puedan llevarse a la boca ni un mendrugo de pan y que estén plagados de múltiples enfermedades vinculadas a la desnutrición severa. ¿Cómo es posible que hayan lugares en el mundo en que las aves de rapiña esperan impacientemente que un niño famélico muera en el camino para devorarlo? Es inaudito que millones de hombres y mujeres sufran los rigores de la indolencia, la desidia y la falta de solidaridad humana y tengan que deambular por los páramos y los basureros buscando algo que sirva para comer con el fin de llevarlo a sus chozas -construidas de cartón y materiales de desecho- y mal alimentar a sus hijos, sintiendo el deseo de gritar de impotencia a todo pulmón, sintiendo un gran nudo en la garganta, un creciente deseo de venganza y un enorme resentimiento y desprecio por la vida. Con toda esta desesperanza y frustración, aún tienen que hacer acopio de fuerzas y voluntad para sonreir a sus críos y darles ánimos...

Sin embargo, los países ricos invierten sumas multibillonarias de dinero en la carrera armamentista, en la investigación militar, en los programas espaciales, en las guerras por la hegemonía del mundo (¿programadas?), en las Olimpiadas, en los campeonatos mundiales de fútbol, en las series mundiales del beisball...Solo una parte de este dinero, miles de veces superior a los presupuestos de muchos países pobres daría solución a gran parte del problema mundial de la pobreza y la falta de oportunidades de educación. Pero, realmente, no hay voluntad de los países ricos en ayudar a los pobres a resolver sus apremiantes problemas. Si la hubiera, ya no habrían tanta necesidad y hambre en el mundo. Más bien, parece que los ricos quieren seguir aumentando la deuda externa (ya impagable) de los pobres para poder manipularlos y mantener su status quo actual mediante la depredación y explotación de los recursos naturales de estos países.

¡Que diferente sería todo si viviéramos en un mundo realmente feliz en donde la solidaridad de los países ricos hubiera logrado erradicar la pobreza y el analfabetismo de la faz del planeta! Esto es factible de lograr si los países ricos y las organizaciones internacionales se ponen a trabajar verdaderamente por un futuro más justo y equitativo del mundo, sin máscaras, sin hipocresías. Si la clase política de estos países pobres toma conciencia del daño que causan y corrigieran sus acciones. Entonces, podríamos pensar con optimismo que el mundo rebosa de esperanza...

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