08 agosto 2009

Monólogo de un sesentón…

Cómo iba yo a imaginarme que algún día tendría 60… No es para reírse, le digo… Cuando tienes entre 13 y 20 la vida te sonríe y todo te parece muy lejano… La palabra “planificar” o la frase “hacer planes” te dan náuseas. Te parecen una locura, pues hay tiempo de sobra… ¡Hay que gozar y parrandear, todos los días, si es posible, hasta que cante el gallo! ¡Eso es vida! No entendemos por qué se nos regaña cuando dejamos la luz encendida, los vasos regados por toda la casa, los cuartos desordenados, los abanicos o el aire acondicionado funcionando horas interminables… y un larguísimo etcétera… Nos ofende profundamente cuando papá o mamá nos “echan en cara” el apoyo que nos dan para que tengamos lo que necesitamos para estudiar una carrera y “llegar a ser alguien”… qué fastidio cuando hay que pedir permiso hasta para ir a la tienda del chinito… o a la esquina a “parquear” con los amigos… ¡Están como locos…! No entendemos cuando nos dicen: “algún día te acordarás de mi, de mis palabras, de mis consejos”… Entre los 20 y los 25 ya comienzas a valorar el tiempo. No eres viejo aún pero tampoco eres del todo joven… Comienzas a ver la vida con más seriedad y los jóvenes de 20 o menos te parecen unos pelaos, unos chavales, unos niños incoherentes, que no razonan… A estas alturas ya te preocupa el futuro, lo que harás con tu vida… Todavía tienes muchos años por delante pero ya sientes que tienes que aterrizar, tomar control de tu vida. Si todavía vives en la casa paterna, ya sientes que tus padres te miran con hostilidad como preguntándose: “¿cuándo será que se independizará?” Total, ya haces lo que te viene en gana y ni pides permiso para salir, ni preguntas a qué hora puedes a llegar… Si ya trabajas y estudias de noche en la U, te sientes el dueño del mundo y tienes tu grupo de amistades alrededor de las cuales gira tu vida… Ellos son más importantes que tus padres y hermanos… Y los viejos, ya están oxidados… De los 25 a los 30, la cosa se pone crítica… ya estás pensando en casarte, en comprar un auto, una casa o un apartamento propios… Formar tu núcleo familiar, tener tus hijos. Lo malo es la cantidad de agobiantes responsabilidades que te van cayendo encima… Waooooo, yo no sabía que la vida es tan dura… Ahora tengo que pagar de todo: agua, electricidad, teléfono fijo, teléfono celular, cable TV, internet, la letra de la casa, etc., etc., etc…. Qué cara está la comida, solo el super me deja casi sin dinero para el resto de las obligaciones… ¡Qué frustrante, no puedo ni ahorrar…! Tenían razón los viejos, ¡cómo recuerdo sus regaños, sus consejos! ¡Qué delicioso era vivir sin tener que enfrentar obligaciones, sin tener que pensar en lo que voy a comer mañana, en qué voy a hacer para resolver tal o cuál problema…! De los 30 a los 40 los hijos son tu mayor preocupación. Ya pasaste a un segundo o tercer plano pues ya ni tu cónyuge te presta mucha atención… Todas son para los niños… La prioridad son los niños y cómo sobrevivir hasta la próxima quincena sin que el banco te eche de la casa o te quite el auto, el carro, como decimos los panameños… La comida de la familia, la mensualidad de la escuela de los pelaos, las cuentas de la casa, el salario de la empleada (la colaboradora doméstica, como les llaman ahora, elegantemente)… Por suerte, los pelaos están chicos y no comen tanto todavía… ¡Ya no me alcanza ni para el helado…! Cuando estás entre los 40 y los 50, inicia el período de las 7 plagas de Egipto… ¿o eran 12? Entonces, te das cuenta que la juventud se te escapa entre los dedos y te acuerdas, con frecuencia, de Calderón de la Barca: juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver… Cuando quiero llorar no lloro… y a veces lloro sin querer… Los niños crecieron y ya son adolescentes… Ya no tienes paz pues se han rebelado contra tu autoridad y te cuestionan y discuten todo, menos el día antes del estipendio quincenal. Después del pago, ni te voltean a ver… hasta que se aproxima la siguiente quincena… En este punto, vuelves a extrañar tu niñez y adolescencia y a recordar las palabras y consejos de tus viejos… Te invade un terrible sentimiento de culpabilidad al pensar en los difíciles días que les dimos y al comprender que tenían razón… Nos sentimos después como unos mensos, unos idiotas, al escucharnos gritar a nuestros hijos: ¡apaga la luz, se ve que tu no la pagas! ¡¿Quién dejó el aire encendido (prendido, como decimos los panameños)?! ¡Carajo, llenen las benditas botellas para que siempre haya agua fría! ¡¿A quién le toca fregar esta noche?!... ¡Arregla tu cama! ¡No dejes los zapatos tirados en la sala, por Dios!... De los 50 a los 60 ya te hacen sentir como un anciano… De hecho, te aproximas a la tercera edad. Ya en el trabajo te miran como una pieza de museo… Si te botan, es casi imposible conseguir otro trabajo. Hay un increíble prejuicio en contra de las personas en esta edad… Nos creen unos inútiles… Todavía sientes que corre sangre caliente por tus venas y te sientes más o menos bien… Sientes que puedes dar mucho más de ti y tienes una invaluable experiencia que muchos colegas, compañeros de trabajo y jefes no valoran… Te asaltan pensamientos lúgubres sobre tus, cada vez más cercanos, días de la ancianidad: seguramente, me meterán en uno de esos asilos donde las moscas te acosan constantemente y me irán a visitar de vez en cuando. El día que me muera, ni se darán cuenta… A los 60, a solo dos o menos años de la jubilación, ya estás pensando lo que harás con tanto tiempo que tendrás disponible. Si aún no tienes nietos, como yo, prepárate pues tus hijos te convertirán en niñero o niñera de sus hijos, tus nietos… Al menos, eso es lo que dicen mis amigos que ya llegaron a esa etapa: papá, en la tarde iremos al cine y te llevaremos a los niños por un rato… Ese rato, por supuesto, son cuatro o cinco horas pues no te dijeron que después del cine irían al restaurante, a bailar o a la discoteca… En fin, dicen mis amigos con un mohín de resignación, son mis nietos y los quiero mucho, como si fueran mis hijos cuando estaban chicos… y entornan sus ojos soñadoramente, como evocando épocas pasadas… Yo no puedo hablar de esto todavía pues aún Dios no me ha traído nietos… veremos… Lo que sé es que estoy cargado de planes maravillosos para el futuro y percibo que se acerca una de las mejores etapas de mi vida…

4 comentarios:

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