03 julio 2006

Surco Estéril (Primera entrega)

Primera entrega de esta novela sobre los impactos socioeconómicos del modelo económico neoliberal que ha sido impuesto a los países en desarrollo o en vías de desarrollo y del drama que viven los miles de pequeños productores de estos países en su lucha por sobrevivir, en medio de una realidad nacional que los asfixia.


El Paraíso Terrenal

Porvenir era uno de esos pueblos prósperos del interior de la república en los que se notaba una febril actividad día y noche. La fuente de toda esta prosperidad radicaba en la fuerte producción agropecuaria y en la agroindustria. Durante el día, los hombres trabajaban afanosamente en las labores agrícolas, ganaderas o de la floreciente agroindustria. Las mujeres se dedicaban a las duras labores domésticas y al cuidado de los niños, que asistían a la Escuela Primaria de Porvenir, único centro educativo de la comunidad.

En las tardes, se formaban grupos de tertulia en distintos puntos de la comunidad en los que se comentaban los últimos acontecimientos del pueblo. Los niños retozaban por los alrededores llenando el ambiente con sus gritos y risas alegres y diáfanas. Entre trago y trago o entre cerveza y cerveza, los hombres jugaban al tablero, al dominó o a las cartas, discutiendo sobre temas del deporte y la política. Las mujeres comentaban sobre el desarrollo de las telenovelas, la moda y muchas otras frivolidades.

Los fines de semana, luego de la media jornada de trabajo del sábado, los hombres se reunían en los jardines y jorones del pueblo para pasar unas horas de esparcimiento disfrutando de las frías cervezas y los tragos, mientras jugaban al billar y discutían sobre temas variados. Las mujeres aprovechaban para lavar la ropa, limpiar las casas y obligar a los niños a estudiar y a chapear los patios, antes de permitirles salir a jugar con sus amigos. El domingo era para estar en familia viendo la tele, remando los números de la lotería dominical, para visitar o recibir visitas, ir al río, pasear a caballo y para asistir a una de las dos misas que ofrecía el padre Francisco en la blanca y hermosa capilla lugareña, dedicada a San Antonio, pues casi todos los pobladores de Porvenir eran católicos y muy creyentes, como en la mayoría de los pueblos de las zonas rurales de América Latina. Al concluir el día, el astro rey iluminaba en lontananza las empinadas montañas del poniente resaltando su perfil mágico y majestuoso y tiñendo con intensos celajes rojizos el atardecer. Los sonidos de la noche se acrecentaban y los sabrosos olores de las cocinas torturaban los hambrientos estómagos luego de un agitado día festivo. Los jóvenes se acicalaban para ir al parque Los Guayacanes, ubicado en el centro del pueblo, a caminar por sus veredas, conversar en sus bancas, darse un furtivo y fugaz beso en un recodo solitario los enamorados y cantar hermosas y evocadoras canciones románticas, en el pabellón central, al son de melodiosas guitarras.

Los agricultores, grandes y pequeños, tenían asegurada la venta de sus productos agropecuarios. Por un lado, la compañía transnacional procesadora asignaba cuotas de producción a cada agricultor y compraba toda la producción de tomate industrial garantizando el precio acordado de antemano. Los excedentes de la producción de este cultivo eran vendidos a intermediarios que, a su vez, los vendían a las grandes cadenas de distribución de alimentos -los supermercados- y a las miles de abarroterías o tiendas detallistas ubicadas en todos los rincones de los distritos y corregimientos del país. Las lecherías de Porvenir, en su gran mayoría productoras de leche grado C, la de menor calidad para consumo fresco, también tenían asegurada la venta de su producto a grandes empresas nacionales que la industrializaban para producir quesos blancos, leche agria y otros derivados, exclusivamente para el mercado nacional. Todavía quedaba suficiente margen para la existencia de muchas pequeñas procesadoras artesanales o queserías que, dedicadas a este negocio en menor escala, adquirían todos los excedentes de leche haciendo de este ineficiente y obsoleto sistema de producción y comercialización, un negocio lucrativo. Por su parte, los ganaderos dedicados a la producción de carne bovina, los porcinocultores y los avicultores no se quejaban pues, en un mercado cerrado, protegido de las importaciones por los altos aranceles que el gobierno imponía a los productos extranjeros, su negocio siempre sería excelente.

Era tan alta la demanda de mano de obra permanente y temporal requerida por la compañía transnacional y los productores agropecuarios, que había necesidad de contratar trabajadores de las pequeñas comunidades aledañas que, también, se beneficiaban de la prosperidad de Porvenir. Los índices de desempleo, de desnutrición, de analfabetismo y de delincuencia eran prácticamente nulos, por lo que vivir en Porvenir era casi como estar en el propio Paraíso terrenal…

- ¡Eugenio!, ¡Eugenio!...Espera, hombre, que necesito hablar contigo algo importante sobre un comentario que escuché a un ingeniero del Ministerio de Agricultura.

- ¿De qué se trata, Sergio? ¿Por qué tan preocupado?

- Bueno, parece que, finalmente, el gobierno va a firmar la entrada a la OMC. Te lo había dicho, amigo. Te lo había dicho. Esto de la mentada globalización de las economías nos va a traer muchos dolores de cabeza. Dijo a Eugenio, en tono de lamentación.

- Hay mucha presión de las IFIS y de los países ricos del norte, según he oído. Yo no entiendo mucho de estos enredos pero presiento que vienen grandes cambios para nosotros, los productores, y que la cosa se va a poner bien dura, color de hormiga, compadre… Continuó Sergio con semblante contrito.

- Y ¿por qué no nos quedamos fuera y ya? ¿Cuál es el apuro de entrar en la tal OMC, si estamos bien como estamos? ¿Qué ventajas obtendrá el país de esto? No sé, pero todo esto me huele a podrido. Añadió Eugenio con desánimo.

- A mi me dijeron que la presión no es solo de afuera. También hay presión de parte de los importadores de alimentos que quieren autorización para importar productos frescos, de los mismos que ya estamos produciendo en todo el país. ¿Qué irá a pasar con nosotros, los productores, si esto es permitido? La cosa está fea, amigos. Terció pensativamente Juan, que se había unido al grupo.

- Miren, amigos, parece ser que la presión que tiene el gobierno es tan grande que es casi seguro que firmarán la entrada a la OMC. Nos podemos quedar fuera, hasta donde conozco, pero el país quedaría aislado de los demás, sin posibilidades de préstamos y donaciones por parte de las IFIS y los países ricos, sin ninguna posibilidad de exportar sus productos, sean o no agropecuarios. Dijo Sergio, en tono clarividente y con mucha autoridad.

- Esto me suena a un vulgar chantaje. ¿Donde está la Justicia? ¡Con razón dicen que es ciega! Dijo Eugenio con aire de rebeldía.

- Bueno, gústenos o no, ellos tienen el sartén caliente agarrado por el mango. Los expertos nacionales dicen que la cosa es buena pues nuestro consumidor dizque será beneficiado con productos más variados y de mejor calidad y precio. También dicen que los productores nacionales tendremos que modernizar nuestros sistemas productivos si queremos que nuestros productos puedan competir, de tú a tú, con los importados y poder, incluso, mantenernos en nuestro propio mercado. ¡Que Dios nos agarre confesados! Continuó Sergio.

- Y ¿cómo piensan nuestras autoridades que vamos a lograrlo? Esta llamada modernización de la agricultura va a requerir de grandes inversiones de dinero y los bancos no creen en nuestros productores, o sea, en los pequeños, que somos gran mayoría. Preguntó Juan, con escepticismo.

- Según dicen, el gobierno nos apoyará a través de unas leyes especiales y, también, una de estas Entidades Financieras financiará un enorme proyecto de modernización del sector agropecuario, tanto privado como oficial. Sentenció Sergio.

- Y, después de la entrada a la famosa OMC, ¿qué vendrá? Preguntó Juan, con gran duda en su semblante.

- Dicen que la eliminación sistemática, progresiva y total de los aranceles a los productos importados, que son, justamente, los que protegen la producción nacional. La OMC nos dará un plazo de diez o más años, creo. Habrá que negociar primero los “techos” arancelarios para cada rubro, incluyendo los productos frescos, así como los desgravámenes progresivos a los que serán sometidos hasta llegar a cero arancel, en el período de moratoria estipulado o antes. Afirmó Sergio, mostrando un amplio dominio del tema.

- Oye, Sergio, tú que eres Ingeniero Agrónomo, los países ricos, ¿eliminarán también los enormes subsidios a su producción? Si es así, la competencia sería más pareja aunque, todavía, a favor de ellos, por ser países con mercados mucho más grandes y mayores volúmenes para comprar o vender, lo que les da muchas ventajas para imponer las reglas del juego, ¿no? ¿Qué dicen de esto las IFIS y la OMC? Supongo que le siguen el juego a los países ricos, en detrimento de los pobres. Si es así, ¡son una partida de hipócritas, por decir lo mínimo! Irrumpió Juan.

- ¿Eliminar sus subsidios? ¡No me hagas reir, Juan! Por supuesto que la competencia no va a ser nada justa. ¡Será como una pelea de tigre suelto con burro amarrado! Las IFIS se harán de la vista gorda, como siempre, pues ellas responden a los intereses de los ricos, ¿no lo sabías, muchacho? Por supuesto, los países ricos se las arreglarán para hacer lo que les venga en gana y utilizar las ventajas de sus economías de escala, que es a lo que te referías hace un momento. Bueno, creo que ya esta conversación se ha complicando demasiado, muchachos. Mejor vamos a dormir porque mañana es lunes y hay que madrugar para cuidar las finquitas…Sentenció Sergio.

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