12 febrero 2012

La Sedición de los Ngäbe: preludio de una desgracia

Panamá está al borde de una desgracia de proporciones desastrosas. Las negociaciones del gobierno con los Ngäbe, para resolver la crisis actual y devolver la tranquilidad y la normalidad al país, están a punto de fracasar. Los Ngäbe mantienen su postura intransigente de no permitir las explotaciones mineras ni la construcción de dos hidroeléctricas en territorios comarcales o sus alrededores. El gobierno ya ha agotado casi todas sus opciones y se aproxima a una coyuntura crucial: o acepta la imposición de la minoritaria etnia Ngäbe o impone su autoridad constitucional para proseguir con los planes de desarrollo nacional y construir las dos hidroeléctricas que necesita el país para reducir los costos de producción de la energía eléctrica con una alternativa limpia y sostenible (en contraposición al costoso y contaminante “bunker” derivado del petróleo) y el costo del suministro a las industrias, empresas y a la población en general, que mejorará la calidad de vida de todos los panameños.

De ocurrir lo primero, el gobierno perderá toda su autoridad y legitimidad, quedando el país en las manos de esta minoría ignorante y, principalmente, de quienes están detrás de ellos engañándolos con sueños de opio, haciéndoles creer que tienen la razón, que hacen bien, que están en su justo derecho de alterar el orden público, inflamándoles el ego e instándolos a la sedición en contra del orden establecido y de la Nación (si el gobierno sobrevive esta crisis tendrá que hacer una investigación prolija para llegar hasta el fondo de este oscuro y peligroso asunto y llevar a la justicia a quienes estén implicados, sean quienes sean). Luego de su triunfo, los Ngäbe lograrán lo que quieran del gobierno mediante el chantaje, so pena de cerrar las calles, incendiar o destruir las propiedades del Estado o paralizar la agricultura de Chiriquí (al suspender las labores de su mayoritaria fuerza laboral en el sector agropecuario chiricano), entre otras “bellezas”.

Por otro lado, si el gobierno impone su autoridad constitucional, pensando en el bien común, en la inmensa mayoría de los panameños, que es lo correcto, aprobará la construcción de las dos hidroeléctricas en el territorio comarcal. Lo que ocurrirá es impredecible y de proporciones incalculables, ya que el gobierno, pensando en la anterior crisis de Bocas del Toro en el año 2010 (también manipulada tras bastidores), actuó muy tarde y dejó que se desbordaran las pasiones contribuyendo, sin querer, al éxito de esta planificada operación de sedición cuyo objetivo es colapsar el orden público, el gobierno actual, la democracia y la Nación.

El mejor de los escenarios sería que los Ngäbe entendieran que el bien común está por encima de todo, acataran la decisión del gobierno, se replegaran a su comarca, se iniciara la construcción de las obras y el país recuperara la paz y la normalidad (los milagros existen). Esto sería más probable si los indígenas Ngäbe estuvieran solos en este proyecto fatídico pero, lamentablemente, no es así. Sin embargo, es justo señalar que hay muchos indígenas de esta etnia que no están de acuerdo con la posición intransigente de sus paisanos y líderes pero no osan expresarse o actuar por temor a las represalias. El escenario intermedio sería que los Ngäbe sediciosos vuelvan nuevamente a las calles a trastocar la convivencia pacífica, la economía nacional y la imagen mundial de Panamá (que tanto tiempo y recursos ha costado levantar y establecer) teniendo el gobierno que reprimirlos con mayor uso de la fuerza -quizá con algunas víctimas fatales adicionales e, incluso, en ambos lados- terminando todo con el arresto masivo de estos indígenas y de algunos de sus líderes más beligerantes. El país volvería a la calma, el orden constitucional sería restablecido y los proyectos para el progreso del país y de todos los panameños serían iniciados sin más problemas. El peor escenario sería que los Ngäbe, mal aconsejados, declaren la guerra al gobierno y enfrenten con violencia a la Policía Nacional y, más adelante, a cualquier panameño que no sea de la etnia, perdiendo el gobierno el control de la Nación. Podría ocurrir un innecesario baño de sangre del cuál serán responsables, principalmente, los autores intelectuales de esta insensatez que, tarde o temprano, serán descubiertos. El desenlace final podría culminar con la renuncia del actual Presidente Constitucional de la República (que es lo que esperan los verdaderos cerebros de esta intriga, no siendo casual que la oposición haya estado señalando consistentemente, como excusa para preparar el terreno hacia el poder, que el gobierno actual pretende establecer una dictadura de partido) o en un golpe de Estado (como ya ha sucedido en Panamá, por razones algo similares, en el corto tercer período constitucional del Dr. Arnulfo Arias Madrid, en 1968, que permitió la instauración por la fuerza de una larga dictadura militar de 21 ominosos años de duración y de los que, social, educativa y espiritualmente Panamá aún no se ha recuperado) y en el consecuente establecimiento de un gobierno de transición (este es el resultado que menos desean algunos de los conspiradores). Al final, es la democracia en el más amplio sentido y el futuro de Panamá, lo que está en juego en estos momentos.

¿Es esto lo que desea la mayoría de los panameños trabajadores y honestos? Algunos dirán que estas no pasan de ser meras suspicacias. Sin embargo, en la oposición hay “cabezas calientes” que hacen mucho énfasis y alardes, en los discursos y entrevistas que ofrecen, del apoyo irrestricto que dan a la “nación Ngäbe”, indicio claro de lo que se está tramando y está a punto de fraguar…

Los panameños sensatos y trabajadores, que verdaderamente soportan sobre sus hombros este país y son la inmensa mayoría, tienen que despertar del letargo en que están sumidos y manifestar abiertamente su desacuerdo con la absurda y obtusa posición de los Ngäbe, dirigida por sus ocultos padrinos. Tienen que dar la cara en apoyo a la institucionalidad y la democracia.

El gobierno debe mantenerse firme y prepararse para lo peor. Las decisiones tendrán que ser tomadas pronto y ser aplicadas con rigor, evitando en lo posible, las confrontaciones, pero con la decisión no negociable de salvaguardar nuestra estabilidad y democracia, en beneficio de la mayoría del pueblo panameño. Si es posible, deben invitarse observadores internacionales que atestigüen los hechos para evitar sanciones injustas a un país que lucha con ímpetu para desarrollarse. Las decisiones deberán tomarse antes del inicio de clases de los colegios secundarios para evitar situaciones peligrosas o extremas causadas por pequeños grupos de docentes mediocres y sin escrúpulos, así como de estudiantes de la ultra izquierda y otros que no saben leer entre líneas y, también, están siendo manipulados.

Que Dios proteja y ayude a Panamá y se llegue a un consenso que satisfaga los intereses de la mayoría de los panameños. ¡¡¡Amén, que así sea!!!

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