04 marzo 2012

Reflexiones en torno a la sedición de los Ngäbes

Muchos panameños, de todos los estratos sociales y económicos, somos extremadamente superficiales y reactivos (en vez de profundos y analíticos). A veces no sabemos ni lo que queremos para nosotros mismos y, mucho menos, para nuestro amado y hermoso país, tomando a la ligera todos los temas, hasta los más importantes, relacionados con la Nación panameña y su democracia. Lo más preocupante es que nuestra juventud, futuro de la Patria, no escapa a esta situación ya que todos -de una forma u otra- somos reflejo de nuestros padres o de quienes nos formaron. En otras palabras, nos cuesta mucho pensar con profundidad y coherencia y esta limitante nos afecta gravemente en todos los aspectos de nuestra vida y nuestras relaciones y nos hace seres muy vulnerables. Cuesta y duele decirlo y reconocerlo pero, para cambiar, hay que dar este paso fundamental. Incluso, hay quienes dicen que lo único que tomamos en serio son los carnavales…

Esta grave debilidad de nuestro carácter es malsanamente aprovechada, por propios y extraños, para manipularnos la mente con extremada facilidad y sin que nos percatemos. Por eso, el país no avanza social ni organizativamente, al ritmo que debería. Cada paso que damos cuesta mucho esfuerzo y, no pocas veces, retrocedemos. Un hecho que comprueba esta afirmación es la reciente -y todavía vigente- crisis de los indígenas Ngäbe que apoyan la sedición (hay que señalar, responsablemente, que la mayoría de los Ngäbe no lo hace), en contra de la estabilidad y gobernabilidad del gobierno actual. Quienes están detrás de la negra cortina, incitando criminalmente a este pequeño grupo de indígenas Ngäbe, han tenido mucho tiempo y éxito para lograrlo. Al mismo tiempo, han logrado engañar a una gran proporción de la población panameña que, inocente y/o tontamente, ha reaccionado contra el gobierno, como estaba previsto, de una forma muy visceral, como resultado de la intensa y bien planificada propaganda subversiva en contra de la democracia panameña y de Panamá.

En esta misma línea, han hecho creer al propio gobierno del Presidente Martinelli -y a la mayoría de los panameños- que es vital “negociar” con los indígenas Ngäbe sublevados cuando, en realidad, NO HAY NADA QUE NEGOCIAR con ellos pues la seguridad, la paz, la estabilidad y la gobernabilidad de Panamá NO SON NEGOCIABLES. Estas “negociaciones” están comprometiendo, cada vez más, el futuro de Panamá y de la gran mayoría de los panameños que son los que pagan los impuestos, favoreciendo los planes de la sedición. Por otro lado, las tierras comarcales pertenecen a la Nación y NO a los Ngäbe. Si la Nación requiere construir las dos hidroeléctricas dentro de la comarca para reducir el alto costo de la electricidad a TODOS los panameños, y esto está bien sustentado por estudios científicos serios que el gobierno tiene la obligación de divulgar, NO HAY NADA QUE NEGOCIAR en esta línea. Lo único negociable por los Ngäbe (por aquellos que si se sienten parte de esta Nación) son los beneficios y ventajas que habrá para TODO el pueblo Ngäbe, como resultado de las construcciones en los territorios comarcales (empleos, escuelas, becas para estudios a todos los niveles, hospitales, caminos de penetración, entre muchos otros temas). ¿Acaso no es esto lo más conveniente e inteligente, en vez de la posición estúpida y tozuda de los Ngäbe sediciosos que desean seguir condenando a todos sus congéneres al perpetuo atraso, miseria, ignorancia, pobreza extrema y falta de salud, en los que han subsistido durante toda la vida republicana, por un muy mal entendido e hipócrita concepto ambientalista y conservacionista que les han implantado en sus mentes y tienen la triste consigna de vender al resto de los panameños?

En la radio y la televisión nacionales se escucha a comentaristas y dueños de programas, confusos y/o de mente torcida (por sus intereses personales y/o políticos), que abogan por este pequeño grupo de indígenas Ngäbe irresponsables, aún en contra del orden constitucional y de la personalidad del Estado, aduciendo que ellos estaban primero que nosotros y que se merecen todo (incluso el vandalismo, los abusos y los cierres de calles que tanto daño económico y social han causado y el atraso en que pretenden sumir a Panamá). En realidad, es una posición fútil, llena de mucha hipocresía y politiquería de la más barata, que solo se tragarán los panameños que no analizan con profundidad los temas nacionales y se dejan llevar por las percepciones manipuladas y los sentimientos mal orientados, que pueden causar una peligrosa histeria nacional. Los panameños actuales no tenemos ninguna responsabilidad en estos hechos históricos lamentables y es descabellado cualquier reclamo en este sentido. Si toda esta basura mediática fuera cierta y justa, que NO lo es, cerremos el país, vayámonos a otro lado, dejemos todo en manos de los Ngäbes sediciosos y sus macabros maestros y terminemos de una vez con esta tragicomedia. Obviamente, no es esto lo que quieren los panameños sensatos, en lo más profundo de su ser.

Queremos un país en donde no exista la pobreza (en cualquiera de sus denominaciones), en el que no haya desempleo, en el que la educación sea de una calidad superior, en el que no exista la ignorancia, en el que la salud pública sea óptima para todos, en el que existan oportunidades para todos los panameños y los que viven bajo nuestro cielo, en el que la calidad de vida sea excelente y en el que haya justicia social para todos (sin importar la clase social y económica). Esto es posible, pero debemos deponer los intereses personales y/o políticos que nos desunen y destruyen y empujar TODOS la carreta de la Nación, en una misma dirección.

Los panameños que si queremos a Panamá con honestidad tenemos que -de algún modo- manifestarnos abierta y pacíficamente (incluyendo la mayoría Ngäbe que no apoya la sedición) y decirle NO a los malos panameños que pretenden sembrar el caos nacional (los Ngäbe sediciosos, sus maestros, los malos políticos criollos, ciertas ONG's internacionales malintencionadas y los panameños que se dejan llevar por percepciones manipuladas). Tenemos que decirle al mundo que queremos un país moderno basado en el desarrollo sostenible, en donde la protección y la conservación ambiental estén al servicio de y sean compatibles con el desarrollo humano de TODOS los panameños y el progreso integral de la Nación.

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