Los hechos
acaecidos en las ciudades de Panamá, Colón y el resto del país desde el 19 de
octubre pasado, cuando la Asamblea Nacional aprobó la Ley 72 (que sustituía el
Decreto de Ley 18, de 17 de junio de 1948, que hace 64 años creó la Zona Libre
de Colón) que el Presidente de la República sancionó, son irresponsables, vergonzosos
y dejan mucho que desear del pueblo y la sociedad panameños. Los videos de la prensa internacional que
informaron sobre estos tristes hechos han dado la vuelta al mundo proyectando
una imagen desastrosa y muy lamentable de nuestro país. Un país que, hasta la semana pasada, no
se sabe ahora, tenía grado de inversión, el mayor crecimiento económico de todo
el Continente Americano, empleo total por vez primera en la historia nacional, una
cantidad de nuevos programas de interés social (entre estos: 100 para los
setenta, la beca universal, la entrega de miles de computadoras portátiles Classmate PC con software y soporte de
Internet en las escuelas, para estudiantes de escuela secundaria de los grados décimo,
undécimo y duodécimo), una cartera de estratégicas obras públicas realizadas o
en avance para apoyar el progreso y modernización sostenidos de Panamá (la
ampliación del Canal Interoceánico, la creación del Metro Bus en reemplazo del
infame y obsoleto sistema de transporte público de los Diablos Rojos, la construcción del Metro de Panamá, la ampliación y
modernización de la red vial nacional, entre otras muchas obras), en contraste
con el país que el gobierno actual del Presidente Ricardo Martinelli recibió
hace poco más de tres años.
Lo más triste de
todo es la bochornosa debacle que ocurrió ayer, 26 de octubre, auspiciada y organizada
magistral y diabólicamente por la extrema izquierda (SUNTRAC), la oposición
política panameña que, cobardemente, no dio la cara (PRD y Varelismo, más que
Panameñismo), ciertos medios masivos de comunicación social y algunos de sus periodistas
más representativos, de todos conocidos (TVN, TV 4, Telemetro y La Prensa, principalmente), así
como algunos miembros de la llamada Sociedad Civil. La destrucción sistemática y sin sentido de
la propiedad pública y privada, el asqueroso saqueo al comercio y las
instituciones públicas no tiene nombre y solo pudieron ser ejecutados por seres desviados, sin Dios ni Ley. Es un acto vandálico irracional realizado por
los perpetradores directos (aupados por la oposición política panameña en
general, la SUNTRAC, la mal llamada Sociedad Civil y demás confabulados), una
pandilla salvaje de exacerbados piedreros y maleantes de la más baja calaña y un grupejo de “líderes” trasnochados, fracasados y amargados, de distintas
denominaciones, que sembraron el pánico en todo el país, especialmente en las
ciudades de Panamá y Colón. El verdadero autor y
protagonista de esta terrible desgracia, que le quede bien claro al mundo, NO ES EL PUEBLO PANAMEÑO (sea de oposición,
gobierno o independiente), noble, solidario y magnánimo por naturaleza y tradición. Son los siniestros y ya conocidos panameños que siempre
se disfrazan de víctimas, de corderos o se agazapan en las sombras para frenar y truncar las
esperanzas más legítimas del pueblo panameño (derecho a paz, justicia, progreso,
educación, salud, desarrollo humano) con el fin de acceder al poder, sin importar los medios,
para secuestrar el país y enriquecerse sin límite, sin moral y sin escrúpulos, a
costa del futuro de Panamá. Son tan descarados, tan cínicos e inmorales, que hoy intentan culpar al gobierno nacional de sus excesos y desafueros. ¡Qué
miserables! Tarde o temprano, Dios, la
Justicia y la Historia los juzgarán… Lo más curioso y extraordinario es que, todavía, hay algunos ciudadanos que les creen...
La Ley 72, que
sustituía la obsoleta Ley del año 1948 (que, desgraciadamente para los
colonenses, continuará vigente a partir del próximo lunes 29 de octubre) era
buena para el país y, más, para la provincia Colón. La venta de los terrenos no afectaba para nada
la soberanía ni el patrimonio de la Nación pues las tierras no pueden ser
transportadas a ningún otro país y el Estado panameño puede enajenarlas, en
cualquier momento, de justificarse esta acción. Si fuese así, no habría que permitir a ningún
extranjero comprar fincas o tierras en Panamá para construir su vivienda o las infraestructuras para sus negocios (de
cualquier índole legal). Es, simplemente,
ridículo, por decir lo mínimo. Por otro
lado, los usuarios, el comercio internacional, el país y los gobiernos
panameños, desde 1948, han recibido enormes beneficios de las actividades de la
Zona Libre de Colón, pero NO los
colonenses. Luego de la compra de los
terrenos, las empresas de la ZLC tendrían que haber pagado los respectivos
impuestos al Estado panameño, lo que representaba enormes beneficios
adicionales. Además, la Ley 72 hubiera
permitido a las empresas de la ZLC mejorar su competitividad, frente a la de empresas
de otras zonas francas e invertir en mejoras sustanciales de sus
infraestructuras y en la modernización de sus equipos y operaciones. Ojalá que esta situación no cree el caldo de
cultivo que propicie una desbandada de empresas hacia otras zonas y países con
mayor flexibilidad operacional y estabilidad socio política dando inicio al
derrumbe de este emporio comercial de las Américas, de marca mundial (hay
quienes esperan esto con mucha ansiedad).
Se ha calculado que las pérdidas diarias de la ZLC, por efectos de esta desafortunada
coyuntura, ascienden a CIEN MILLONES DE
BALBOAS DIARIOS, sin contar con las pérdidas estatales (millones de Balboas)
por los dineros que no se podrán cobrar, en concepto de impuestos y servicios
por las operaciones de las empresas. Es
un verdadero desastre de grandes magnitudes e implicaciones para Panamá, causado
por la ambición desmedida y la torpeza de algunos malos panameños…
No es la primera
vez que le sucede esto mismo al gobierno actual. Los asesores del gobierno, incluyendo los del
Ejecutivo, deben ser llamados a capítulo pues es totalmente injustificable e
intolerable que no hayan aconsejado al gobierno que, primero, se divulgara y
consultara masivamente el Proyecto de Ley 529 en todas las instancias de la
sociedad panameña, para conocer su opinión y qué enmiendas sugerirían. La televisora estatal, Canal 11, debe jugar un papel muy activo en la promoción de las actividades, planes y programas de gobierno y el gobierno debe invertir recursos en modernizarla y darle cobertura nacional. Este papel de divulgación y educación a la ciudadanía lo ha venido desarrollando, valientemente, el Canal 35 PLUS (y su emisora hermana FM 88.9), a través de su equipo de comentaristas especializados, pero tampoco tiene cobertura Nacional. De este modo, se habría generado un fructífero intercambio de información. Todo apuro trae cansancio y, a escasos dos
años del fin de la excelente gestión del Presidente Martinelli y su equipo,
habiendo alcanzado una inusitada popularidad de más del 60 %, lo que se imponía
claramente era cuidarla a toda costa con acciones políticas coherentes y de ser
posible acrecentarla o, en el peor de los casos, mantenerla. Este modo de proceder habría permitido al
gobierno anticipar cualquier escenario socio político y decidir el mejor rumbo a
seguir: dejar el proyecto de Ley 529 para un mejor momento político (o, quizás,
un nuevo período gubernamental) o lanzarse de lleno a su materialización como una
nueva Ley, si la lectura socio política lo indicaba. ¿Es esto muy difícil de deducir? Ni siquiera hay que ser un político experto
para darse cuenta de lo que más convenía.
El Presidente Martinelli goza del apoyo y la simpatía popular pero la ciudadanía en general está harta de las
inconsistencias que llevan a desastres como el actual y que, con un poco de
sentido común, pueden anticiparse.
El gabinete del
Presidente Martinelli cuenta con algunos Ministros que son brillantes y han
hecho un tremendo papel en sus respectivos Ministerios (para citar dos, el
Ministro de Economía y Finanzas y el de la Presidencia). Estos Ministros, además de la magnífica
gestión en su cartera ministerial, son activos promotores de las acciones
gubernamentales, visitan constantemente los medios de comunicación y dan la
cara por el gobierno. Hay otros, pocos,
como ellos. Lamentablemente, la mayoría de los
Ministros no dan la cara por el gobierno que los ha distinguido y mantenido,
prefiriendo pasar agachados y limitados a su esfera ministerial mientras el
Presidente se debate, valiente y esforzadamente, en un tinglado político
criollo totalmente hostil. Se hace
imperativo que los señores Ministros sean más beligerantes y apoyen con decisión al Presidente.
El partido del
gobierno, Cambio Democrático, también
debe dar un apoyo más decidido al Presidente Martinelli, en el sentido de salir
a defender abierta, pacífica e inteligentemente su gestión gubernamental, en
vez de ser un mero espectador. Su tarea
es ser un verdadero dínamo en lo que a promoción de las acciones y propuestas
del gobierno se refiere, más en una gestión en que la oposición política ha
sido la más férrea que se recuerde en los últimos lustros. Desde el inicio, la oposición no ha cesado en
su intención malévola de boicotear, irresponsablemente y sin sentido de patria,
todos los intentos del gobierno del Presidente Martinelli en construir un mejor
país, económica, social y políticamente.
El Presidente se ha quedado solo, luchando por traer mejores días para
el país y el pueblo panameño que lo eligió…
La sociedad civil tiene que organizarse y manifestarse de alguna forma, pacíficamente, para defender la democracia que tanta sangre y sufrimientos costó al pueblo panameño, luego de más de dos décadas de humillante dictadura militar, durante la cuál no se respetaron ni la vida, ni la honra ni los bienes de los ciudadanos, de lo que hay muchísimas vivencias y evidencias. ¿Quiere el pueblo panameño más de esto? Los ciudadanos tienen que decidir, desde lo más profundo de su ser, qué se quiere para Panamá y los panameños (ver: "¿Qué queremos los panameños para Panamá?, 14 de mayo, 2007, en este Blog"). Hay que salir a pregonar y demostrar que el pueblo panameño apoya la democracia, la paz y la convivencia pacífica entre los panameños y los que han elegido nuestro país para vivir...
La sociedad civil tiene que organizarse y manifestarse de alguna forma, pacíficamente, para defender la democracia que tanta sangre y sufrimientos costó al pueblo panameño, luego de más de dos décadas de humillante dictadura militar, durante la cuál no se respetaron ni la vida, ni la honra ni los bienes de los ciudadanos, de lo que hay muchísimas vivencias y evidencias. ¿Quiere el pueblo panameño más de esto? Los ciudadanos tienen que decidir, desde lo más profundo de su ser, qué se quiere para Panamá y los panameños (ver: "¿Qué queremos los panameños para Panamá?, 14 de mayo, 2007, en este Blog"). Hay que salir a pregonar y demostrar que el pueblo panameño apoya la democracia, la paz y la convivencia pacífica entre los panameños y los que han elegido nuestro país para vivir...
Finalmente, tiene
que haber una investigación prolija de los tristes acontecimientos ocurridos en
el país, en torno a la creación de la Ley 72 y los bochornosos actos de
vandalismo y saqueo acaecidos en los últimos días, contra la propiedad pública y privada, que desembocaron en la derogación de esta Ley. Panamá no puede continuar así, con una institucionalidad tan débil y vulnerable. Hay que fortalecer las instituciones, especialmente las llamadas a mantener el orden público y la justicia. Los responsables de esta tragedia nacional tienen que ser sometidos a
la justicia, que deberá ser aplicada con toda rigurosidad. A los culpables debe aplicárseles todo el
peso de la Ley, tienen que ser castigados ejemplarmente. El
país lo necesita para demostrar que hay seguridad jurídica y certeza de
castigo.
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